Así lo indicó el Santo Padre en un video mensaje dirigido al Congreso de Educación Religiosa promovido por la Arquidiócesis de Los Ángeles que se lleva a cabo en línea del 18 al 21 de febrero con el tema: “¡Proclama la promesa!” (“Proclaim the Promise!”).

En su video pronunciado en español, el Pontífice saludó especialmente a los jóvenes y los invitó “a la esperanza, que nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive”.

“¡Ustedes jóvenes, sean los poetas de una nueva belleza humana, una nueva belleza fraterna y amigable!”, dijo el Papa.

Además, el Santo Padre destacó que “no cabe duda que estamos en un tiempo difícil para todos, es un tiempo de crisis” y recordó el principio universal “de la crisis nunca se sale igual, se sale mejor o se sale peor, pero nunca se sale igual”.

“En las crisis se revela el propio corazón: su solidez, su misericordia, su grandeza, su pequeñez. Las crisis nos ponen ante la necesidad de elegir y de optar y de comprometernos por un camino”, subrayó el Papa.

En esta línea, el Santo Padre señaló que es pertinente la llamada de este congreso -¡Proclama la promesa!- porque “necesitamos anunciar y recordar que tenemos la promesa de Dios y que Dios siempre cumple sus promesas” así como también “tenemos que recordar que cada mujer, cada hombre y cada generación encierra en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales”.

“La pandemia ha marcado la vida de las personas y la historia de nuestras comunidades. Ante esta y otras realidades es necesario construir el mañana, mirar el futuro, y para ello hacen falta el compromiso, la fuerza y la dedicación de todos”, afirmó.

Para ello, el Papa dijo que “hace falta actuar con el estilo del samaritano, que implica dejarse golpear por lo que veo, sabiendo que el sufrimiento me va a cambiar, y con el sufrimiento del otro me debo comprometer”.

“Los testimonios de amor generoso y gratuito que hemos presenciado durante todos estos meses -tantos testimonios- han dejado una huella imborrable en las conciencias y en el tejido de la sociedad, enseñando cuán necesaria es la cercanía, el cuidado, el acompañamiento y el sacrificio para alimentar la fraternidad. Ellas y ellos han sido anuncio y realización de la promesa de Dios”, agregó.

En este sentido, el Santo Padre esperó que “en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad” y, para ello, es necesario “una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante”.

“Los encomiendo a la ternura de María, Madre de la Iglesia, y de corazón les imparto mi bendición. Gracias por los ministros y maestros, por lo que hacen. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí”, concluyó el Papa.