El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, dedicó un mensaje a las mujeres que el 8 de marzo celebran el "Día de la Mujer".

“Realmente cuesta elegir un texto para hablar de la vocación y la misión de la mujer a la luz del designio de Dios”, reconoció el obispo. “No porque falten, sino porque sobreabundan relatos, sentencias, salmos y narraciones evangélicas”.

“Pienso en el Antiguo Testamento, las figuras enormes de Ruth, de Judith, de Ana”, enumeró, y seleccionó para la reflexión, del Evangelio según San Lucas, el inicio del capítulo ocho: “Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades. María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana esposa de Cusa, intendente de Herodes; Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes”.

“¿Prestaron atención al adverbio de tiempo con el que comienza el relato? ‘Después’. ¿Después de qué?”, planteó el obispo. “Al final del capítulo siete está aquella  emocionante narración del encuentro de Jesús en la casa de Simón, el fariseo, con la pecadora pública. Se dice normalmente una prostituta, en realidad no sabemos bien. Lo cierto es que es una mujer señalada públicamente, con gran sufrimiento en su corazón y en su alma, la que baña los pies de Jesús con sus lágrimas y los seca con sus cabellos. Ha encontrado en este varón, Jesús, lo que no encontró en otros varones, porque como dice el Evangelio de San Juan, por ejemplo, Jesús no sólo tiene un conocimiento, una sabiduría del corazón humano: conoce a cada uno, y Jesús ha mirado en profundidad en el corazón de esta mujer, ha visto su sufrimiento, pero también su nobleza”, destacó el obispo.

“Porque amó mucho, se le perdonó mucho, dice Jesús ante los invitados, atónitos porque este maestro permite que una mujer lo toque”, recordó. Y en el texto que viene a continuación, “María Magdalena, Susana, Juana, esposa de un funcionario, muchas mujeres a las que Jesús ha admitido a su círculo más íntimo”, subrayó. 

En ese sentido, comparó: “Hoy, en estos tiempos en que la dignidad de la mujer está en la agenda de todas las sociedades también de la Iglesia con fuerza, y es uno de los signos de los tiempos, como decía San Juan XXIII, Jesús trata a las mujeres con una actitud que tenemos que observar, contemplar y hacer nuestra”.

“Jesús nunca pierde su lugar: Él es el Señor, Él es el maestro, es el salvador, es el médico, pero también es el hermano, el que las escucha, el que las interroga, el que las cuestiona, el que las trata como lo que son a los ojos de Dios, su Padre: su imagen y semejanza, sujetos dignos”. 

“Jamás las rebaja, jamás las somete a ningún trato vejatorio, jamás las usa como un objeto, un instrumento que se usa y se desecha, jamás las subordina a ningún bien que no sea el propio bien. Las invita a vivir el Evangelio, las llama a ser sus discípulas, las invita a vivir las bienaventuranzas, porque sabe que en el corazón de cada mujer, como en el corazón también de los varones, hay un anhelo muy grande que ni siquiera el pecado puede sofocar: el anhelo del encuentro con Dios, el anhelo de fraternidad, el anhelo de vida eterna”.

Estas actitudes de Jesús, concluyó, “nos iluminan a todos en este Día de la Mujer: en primer lugar, a quienes somos sus discípulos; en primerísimo lugar a quienes formamos su Iglesia, su comunidad formada por varones y mujeres llamados a ser y a tratarnos como hermanos, y esto es lo que también nosotros queremos ofrecer a la sociedad entera en este momento de la historia”.

“No podemos olvidar la violencia que sufren las mujeres”, enfatizó monseñor Buenanueva. “Mientras estoy grabando este video se conoce que aquí en Córdoba falleció la octava víctima de violencia de género, víctima de femicidio. Tenemos que renovar nuestro compromiso para hacer que nuestros vínculos sociales, familiares, institucionales, los vínculos entre varones y mujeres, tengan la calidad humana que Dios soñó desde el primer momento, cuando creó al ser humano a su imagen y semejanza”. 

“‘Varón y mujer los creó y vio que su creación no sólo era buena sino muy buena’. La fraternidad es un sueño de Dios”, concluyó, con  su bendición, el obispo de San Francisco.