El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Vicente Ojea, comenzó su reflexión dominical recordando que “después de haber curado y resucitado a la hija de Jairo y a la mujer que padecía hemorragia, la fama de Jesús se extiende por toda la región”.

“Entonces Jesús vuelve a su patria, a su pueblo, vuelve a Nazaret y como era el hábito de los rabinos; (Jesús era un maestro), predica en la sinagoga. Esto despierta primero la admiración de muchos de sus compatriotas, pero luego la desconfianza, la rabia, se cierran en sus corazones y allí no puede hacer Jesús milagros a causa de la incredulidad”, relató. 

“Pienso qué dolor más tremendo para Jesús el haber sido rechazado por los mismos con quienes se había criado, compañeros de estudio, compañeros de crecimiento, familias que lo conocían de chico, de dónde viene decían, porque ahora pasa que salga enseñando y aparezca curando a los enfermos”, subrayó, y agregó: “Esta falta de reconocer lo bueno en aquello que es propio”.

El prelado sanisidrense señaló que “era tan normal la familia de Jesús que no podía despertar la sospecha de que detrás de Jesús había alguien grande”.

“Ellos resisten a Jesús. Tantas veces nosotros vemos cosas buenas a nuestro alrededor y como son demasiado cercanas, demasiado conocidas, ni las miramos, ni las valoramos porque creemos que ya nos hemos apropiado de ellas desde hace tiempo”.

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina afirmó que le ha pasado muchas veces escuchar que se proponen proyectos por parte de algunas personas, pero “simplemente por proponerlo esta persona o esta otra, más allá de que el proyecto sea bueno, queda obstaculizado, queda adversado, porque no se me ocurrió a mí, porque el protagonista no fui yo, porque el protagonismo lo tiene otro, y no yo, un poco la envidia pura”. 

¿De qué modo vivimos esto nosotros en nuestras comunidades, en nuestra convivencia social?”, se preguntó, y completó: “Nosotros creemos que conocemos a las personas, pero en realidad las vamos conociendo con el tiempo y valorando lo que es bueno en ellas; por ejemplo, hoy es bueno recordar esa frase del Maestro en la parábola ¿por qué tomas a mal que yo sea bueno?”

Monseñor Ojea consideró que “es bueno hacerse esta pregunta que decíamos en este episodio actual del Evangelio ¿Por qué los compatriotas de Jesús, aquellos que se habían criado con él de niño, no lo pudieron aceptar? ¿Por qué pusieron obstáculo a las cosas que Él traía; a lo maravilloso de su predicación y a lo bueno de sus actos?”

“¿No será que creemos que la bondad la tenemos nosotros, que sale de nosotros pero que no pueden tener la iniciativa aquellos que están a nuestro lado?”.

“El Señor Jesús con su ejemplo nos ayude para poder aceptar lo bueno, venga de donde venga”, concluyó.