Caricias, muchas, y la respuesta en algunas sonrisas tímidas, en la manita en la cara para esconder un atisbo de vergüenza, en el saludo silencioso a una mamá detras del cristal de una puerta cerrada. Así transcurrió parte de la tarde de hoy el Papa Francisco, según informa la Oficina de Prensa vaticana. En la décima planta del Gemelli, la misma en la que se encuentra su estancia en el hospital, está en el ala D, el Departamento de Oncología pediátrica. Una breve caminata para entrar en un mundo del dolor en el que la alegría de los colores, de las paredes pintadas y de los juguetes, apenas suavizan la superficie del nudo que atenaza el estómago de las mamás y papás que pueblan ese piso, corazones que esperan mientras los cuerpos de sus hijos luchan.

Lo que atrajo a Francisco fue la música que provenía del pabellón situado frente a la zona donde está hospitalizado. Para los niños del pabellón oncológico actuaron Ambrogio Sparagna y la Orchestra Popolare Italiana, que están de gira con "L'eco der core", un proyecto de 15 conciertos organizado por la Fondazione Musica per Roma en colaboración con Cáritas capitolina.

El concierto de hoy estaba previsto para las 16.30 horas en el Hospital Gemelli, no muy lejos de la habitación del Santo Padre. Nada más terminar el concierto, el Papa se asomó a la sala para saludar a los niños y padres que le expresaron su afecto en los últimos días.

El Papa quiso sumergirse de nuevo en una realidad que siempre le ha tocado el corazón de forma profunda y dura, la de la enfermedad que hace sufrir a los que no tienen edad para hacerlo. Lo recordó hace dos días a la hora del Ángelus, asomado al balcón del hospital con algunos de sus pequeños compañeros a su lado. Pero también hace años, era el 29 de mayo de 2015, la capilla de la Casa de Santa Marta había acogido por segunda vez (la primera había sido el 31 de mayo de 2013) a un grupo de niños con enfermedades graves, algunos de los cuales, lamentablemente, en ese segundo encuentro ya no estaban.

También en aquella ocasión la pregunta había resonado en los labios de Francisco: "Señor, ¿por qué sufren los niños?". La cuestión del misterio, sin respuesta, al igual que el misterio de la Trinidad y la Eucaristía no tienen respuesta. Pero si la pregunta escapa a una respuesta comprensible, siempre se puede pedir al cielo y rezar, aseguró el Papa: "No tengan miedo de pedir, incluso de desafiar al Señor. ¿Por qué? Tal vez no llegue ninguna explicación, pero su mirada de Padre les dará la fuerza para seguir adelante... La única explicación que podrá darles será: "Mi Hijo también sufrió". Pero esa es la explicación. Lo más importante es la mirada. Y su fuerza está ahí: la mirada amorosa del Padre. Pero usted, que es Obispo – puede hacer la pregunta–, usted que ha estudiado tanta teología, ¿no tiene nada más que decirnos?'. No... Sólo se puede entrar en el misterio si el Padre nos mira con amor.