Hoy, el Papa Francisco inició su Viaje Apostólico a Budapest (capital de Hungría) con motivo de la Misa de clausura del 52° Congreso Eucarístico Internacional y también a Eslovaquia, que se desarrolla del 12 al 15 de septiembre.

Alrededor de las 10 de la mañana (hora local) y tras haber saludado a las autoridades húngaras y a los obispos del país, el Santo Padre participó del encuentro con el Consejo Ecuménico de las Iglesias y los representantes de la Comunidad judía, como signo de unidad, organizado en el Museo de Bellas Artes de Budapest.

En su discurso el Pontífice agradeció las palabras de bienvenida y los alentó a seguir trabajando juntos en la caridad, unos con otros:

“Los veo a ustedes, hermanos en la fe de Cristo, y bendigo el camino de comunión que llevan adelante. Los veo a ustedes, hermanos en la fe de Abrahán nuestro padre, y aprecio mucho el compromiso que han mostrado para derribar los muros de separación del pasado. Ustedes, judíos y cristianos, desean ver en el otro ya no un extraño, sino un amigo; ya no un adversario, sino un hermano”

Por otro lado, el Papa hizo hincapié en que "quien sigue a Dios está llamado a dejar atrás" varios aspectos de la vida:

“No es casualidad que todos los que en la Escritura están llamados a seguir de un modo especial al Señor siempre tengan que salir, caminar, llegar a tierras inexploradas y a espacios desconocidos. Pensemos en Abrahán, que dejó casa, parientes y patria. A nosotros, cristianos y judíos, se nos pide que dejemos atrás las incomprensiones del pasado, las pretensiones de tener razón y de culpar a los demás, para ponernos en camino hacia su promesa de paz, porque Dios tiene siempre planes de paz, nunca de aflicción”

Retomando la evocadora imagen del Puente de las Cadenas, que une las dos partes de la ciudad de Budapest, Francisco dijo que este "no las funde en una, pero las mantiene unidas" y que así deben ser los vínculos entre judíos y cristianos, dejando atrás el pasado y sus dolores:

“Cada vez que se ha tenido la tentación de absorber al otro no se ha construido, sino que se ha destruido; lo mismo cuando se ha querido marginarlo en un gueto, en vez de integrarlo. ¡Cuántas veces ha ocurrido esto en la historia! Debemos estar atentos y rezar para que no se repita”

En este contexto, el Pontífice animó a todos a comprometerse y a promover juntos "una educación para la fraternidad", para que los brotes de odio que quieren destruirla no prevalezcan:

“Pienso en la amenaza del antisemitismo, que todavía serpentea en Europa y en otros lugares. Es una mecha que hay que apagar y la mejor forma de desactivarla es trabajar en positivo juntos, es promover la fraternidad. El Puente nos sigue sirviendo de ejemplo, está sostenido por grandes cadenas, formadas por muchos eslabones. Nosotros somos estos eslabones y cada eslabón es fundamental, por eso no podemos seguir viviendo en la sospecha y en la ignorancia, distantes y divididos”

Asimismo, el Papa citó en su alocución a una de las tantas "figuras de amigos de Dios que han irradiado su luz en las noches del mundo", como lo fue para Hungría el gran poeta Miklós Radnóti, "cuya brillante carrera fue truncada por el odio ciego de quienes, sólo porque era de origen judío, primero le impidieron ejercer la docencia y luego lo arrancaron de su familia".

Francisco recordó que a pesar de estar encerrado en un campo de concentración, "en el abismo más oscuro y depravado de la humanidad"; Radnóti siguió escribiendo poesías hasta su muerte, tal como lo refleja su obra, el Cuaderno de Bor, el único poemario que ha sobrevivido a la Shoah.

“En él, el autor da testimonio de la fuerza de creer en el calor del amor en medio del hielo del lager y de iluminar la oscuridad del odio con la luz de la fe, planteando una pregunta que hoy todavía resuena para nosotros: Y tú, ¿cómo vives? ¿Encuentra eco tu voz en este tiempo?”

El Santo Padre subrayó que al igual que escribió el poeta Radnóti, «Soy también yo una raíz ahora… Fui una flor, me he convertido en una raíz», igualmente nosotros estamos llamados a convertirnos en raíces, haciendo fructificar la Palabra de Dios en la tierra:

"Sólo si estamos profundamente arraigados podremos alcanzar la cima. Enraizados en la escucha del Altísimo y de los demás, ayudaremos a nuestros contemporáneos a acogerse y amarse. Solamente si somos raíces de paz y brotes de unidad seremos creíbles a los ojos del mundo, que nos mira con la nostalgia de que florezca la esperanza. Gracias, y buen camino", concluyó Francisco.