Cuando mi alma llora de arrepentimiento y dolor, Dios me está perdonando y santificando mi alma, esto es lo que yo percibo después de tener esa experiencia, después de esto siento gozo y plena felicidad.

La confesión es contar nuestros pecados al sacerdote que actúa en la persona de Cristo y con la autoridad de Jesús para escuchar, ofrecer orientación, proporcionar una penitencia adecuada y pronunciar las palabras de absolución.

Para confesarnos tenemos que estar muy arrepentidos de esa fea o mala actitud que hemos cometidos, sin esta condición de arrepentimiento es una confesión que no tiene mucho valor para ser perdonado y después de una confesión de arrepentimiento tenemos que tratar de no volver a cometer ese error o mal obrar que hemos tenidos. 

No soy de confesarme ante un sacerdote muy seguidamente, esta confesión mía es obra de Dios, hoy ésta confesión quizás puede llegar a muchas personas y quizás muchos de Ustedes abran vivido esta experiencia religiosa, experiencia que desde el arrepentimiento y dolor te hace renacer espiritualmente.

No soy teólogo, ni psicólogo, ni sociólogo, solo soy un humilde cristiano y mariano que recibió los sacramentos del bautismo, comunión y confirmación, pero les pedí y me ofrecí a Dios ser un instrumento, un puente o un nexo suyo para transmitir su evangelización, es por eso que hago esta confesión pública.

Cuando mi alma llora de arrepentimiento y dolor, Dios me está perdonando y santificando mi alma; cuando esta confesión de arrepentimiento y dolor deposito en manos de Dios o Jesús siento su perdón, gozo y plena felicidad, es sentir un renacer espiritualmente. Cierro con: Señor que se haga en mi tú voluntad y lo que Jesús dijo: Tú fe te ha salvado.