“No podemos resignarnos y quedarnos junto a la ventana y mirar, no podemos permanecer indiferentes o apáticos sin responsabilizarnos con los demás y con la sociedad”, advirtió el papa Francisco a los católicos italianos en el mensaje enviado con motivo de la 49ª Semana Social, que se abre hoy en Tarento con el tema: “El planeta que esperamos. Medio ambiente, trabajo, futuro. Todo está conectado". 

“Esta cita -escribe Francisco- tiene un sabor especial. Es necesario encontrarse y verse la cara, sonreír y planificar, rezar y soñar juntos. Esto es tanto más necesario en el contexto de la crisis generada por el Covid, una crisis sanitaria y social al mismo tiempo”.

"Para salir de esta crisis, también los católicos italianos deben ser más valientes. No podemos resignarnos y sentarnos a mirar, no podemos permanecer indiferentes o apáticos sin asumir la responsabilidad por los demás y por la sociedad. Estamos llamados a ser la levadura que fermenta la masa”

Francisco recuerda que “la pandemia puso al descubierto la ilusión de nuestro tiempo de creernos omnipotentes, pisoteando los territorios que habitamos y el entorno en el que vivimos”. Y añade que “para recuperarnos, debemos convertirnos a Dios y aprender a hacer buen uso de sus dones, en primer lugar, del de la creación”.

“Que no nos falte el valor de la conversión ecológica, pero sobre todo que no nos falte el ardor de la conversión comunitaria. Por eso, espero que la Semana Social sea una experiencia sinodal, un intercambio pleno de vocaciones y talentos que el Espíritu ha suscitado en Italia”.

El Papa explica que para esto “también es necesario escuchar el sufrimiento de los pobres, de los últimos, de los desesperados, de las familias cansadas de vivir en lugares contaminados, explotados, quemados, devastados por la corrupción y la degradación”. De donde surge la necesidad de “esperanza”.

Aludiendo al título elegido para esta Semana Social de Tarento, “ciudad que simboliza las esperanzas y contradicciones de nuestro tiempo”, Francisco escribe que “es significativo” y que “hay un deseo de vida, una sed de justicia, un anhelo de plenitud que brota de las comunidades afectadas por la pandemia”, que hay que escuchar.

En este sentido, el Santo Padre les ofrece sus reflexiones a fin de que puedan “caminar con valentía por el camino de la esperanza”. Y sugiere imaginar el camino de la esperanza marcado por "tres señales".

“Atención a los cruces”
La primera, es la atención a los cruces. Demasiadas personas cruzan nuestras vidas mientras están desesperadas: jóvenes que se ven obligados a dejar sus países de origen para emigrar a otros lugares, desempleados o explotados en una precariedad sin fin; mujeres que perdieron su empleo en tiempos de pandemia o que se ven obligadas a elegir entre la maternidad y la profesión; trabajadores que se quedan en casa sin oportunidades; pobres y emigrantes que no son acogidos ni integrados; ancianos abandonados a su soledad; familias víctimas de la usura, el juego y la corrupción; empresarios en dificultades y sometidos a los abusos de las mafias; comunidades destruidas por los incendios. Pero también hay muchos enfermos, adultos y niños, trabajadores obligados a realizar trabajos penosos o inmorales, a menudo en condiciones de seguridad precarias”.

“Una segunda señal indica que está prohibido estacionar”, prosigue el Santo Padre en su mensaje y explica: “Cuando vemos diócesis, parroquias, comunidades, asociaciones, movimientos, grupos eclesiales cansados y desanimados, a veces resignados ante situaciones complejas, vemos un Evangelio que tiende a desvanecerse. Por el contrario, el amor de Dios nunca es estático ni renunciante, todo lo cree, todo lo espera y nos impulsa y nos prohíbe detenernos. Nos pone en movimiento como creyentes y discípulos de Jesús en nuestro camino por las rutas del mundo, siguiendo el ejemplo de Aquel que es el Camino y recorrió los nuestros”.

Además, el Papa pide no quedarse en las sacristías, ni formar “grupos elitistas que se aíslan y se cierran”, porque “la esperanza está siempre en movimiento y pasa también por las comunidades cristianas, hijas de la resurrección, que salen, anuncian, comparten, aguantan y luchan por construir el Reino de Dios”.

“Qué maravilloso sería que, en las zonas más marcadas por la contaminación y la degradación, los cristianos no se limitaran a denunciar, sino que asumieran la responsabilidad de crear redes de redención”.

“Obligación de girar”
“Una tercera señal de tráfico es la obligación de girar”, prosigue el pontífice en su mensaje, y escribe que “el grito de los pobres y el grito de la Tierra lo invocan”. De manera que la esperanza “invita a reconocer que siempre podemos cambiar de rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas".

Por esta razón afirma que “el punto de inflexión sólo llegará si sabemos formar las conciencias para que no busquen soluciones fáciles para proteger a los que ya están seguros, sino para que propongan procesos de cambio duraderos en beneficio de las nuevas generaciones”.

Transición ecológica
"Una conversión de este tipo, orientada a una ecología social, puede alimentar esta época que se ha denominado ‘transición ecológica’, en la que las decisiones que se tomen no pueden ser sólo el resultado de nuevos descubrimientos tecnológicos, sino también de modelos sociales renovados. El cambio de época que estamos viviendo exige un punto de inflexión”.

“Fijémonos -pidió Francisco al finalizar-, en muchos signos de esperanza, en muchas personas a las que quiero dar las gracias porque, a menudo en un laborioso disimulo, trabajan para promover un modelo económico diferente, más justo y atento a las personas”.