En la Jornada Mundial de la Paz la Iglesia Católica invita a los fieles y a “todos los amigos de la Paz” a promover este don del Espíritu Santo “con su justo y benéfico equilibrio” para que “domine el desarrollo de la historia futura” de la humanidad, dijo San Pablo VI el 1 de enero de 1968, cuando se celebró por primera vez este día.

Este año se celebrará la 55° edición de la Jornada Mundial de la Paz, en la que el Papa Francisco se centra en el diálogo entre las generaciones, en la educación y el trabajo como instrumentos claves “para construir una paz duradera”.

En su reflexión, el Santo Padre recordó las palabras del profeta Isaías, quien expresó: “¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del mensajero que proclama la paz!”, y lamentó que en la actualidad, la familia humana continúe alejada del “camino de la paz”, que San Pablo VI denominó “desarrollo integral”, y por eso “está totalmente interconectada”.

El Papa dijo que pese a los esfuerzos por generar un diálogo constructivo entre las naciones, aumentan las guerras y conflictos y se agravan otros males como las enfermedades, la “degradación del medio ambiente”, y los efectos de “un modelo económico que se basa más en el individualismo que en el compartir solidario”. Todo esto “empeora la tragedia del hambre y la sed”, donde los pobres imploran “justicia y paz”, agregó.

El Papa Francisco subrayó que la paz es “el fruto de un compromiso compartido”, que requiere de la intervención de “las distintas instituciones de la sociedad” e involucra a todos. En ese sentido, propuso tres caminos para gestar un “pacto social” que permita construir una paz duradera: el diálogo, la educación y el trabajo.

Señaló que “el diálogo entre las generaciones” es un diálogo sincero basado en la confianza mutua, tan necesario hoy, donde  “la sensación de soledad y el repliegue sobre uno mismo” se agrava con la pandemia y que las personas suelen enfrentar refugiándose en mundos privados con indiferencia egoísta o con violencia destructiva.

Frente a estos dos caminos, el Santo Padre llamó a dialogar, que implica “escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos”, para resolver los problemas actuales desde los saberes de los mayores y la creatividad de los jóvenes; no “con parches o soluciones rápidas”, sino con “proyectos compartidos y sostenibles”.

También, dijo que la instrucción y la educación son “motores de la paz”, pues son indispensables “para el diálogo entre las generaciones”, y requieren que los gobiernos “elaboren políticas económicas” que aumenten el presupuesto para la educación y disminuyan los altos gastos militares en armamentos, a la vez que impulsan un “proceso real de desarme internacional” que libere recursos para mejorar la salud y otras necesidades urgentes de la humanidad.

Además, insistió en “promover la cultura del cuidado”, que fue el tema de la Jornada Mundial del 2021, para forjar “un nuevo paradigma cultural” que a través de un pacto educativo global permita formar personas maduras; y por tanto, familias y comunidades mejores y más fraternas.

Finalmente, el Papa Francisco llamó a “promover y asegurar el trabajo”, pues al ser “expresión de uno mismo y de los propios dones”, y a la vez, “compromiso, esfuerzo y colaboración con otros”, es indispensable para construir y mantener la paz. “El trabajo es el lugar donde aprendemos a ofrecer nuestra contribución por un mundo más habitable y hermoso”, subrayó.

En ese sentido, recordó los “múltiples desafíos” en el mundo del trabajo, que han sido agravados por la pandemia del COVID-19, donde “millones de actividades económicas y productivas han quebrado” y “los trabajadores precarios son cada vez más vulnerables”.

Al respecto se refirió a los muchos que desarrollan servicios esenciales, pero “permanecen aún más ocultos a la conciencia pública y política”; y a “los jóvenes que se asoman al mercado profesional y los adultos que han caído en la desocupación”, grupos que “afrontan actualmente perspectivas dramáticas”.

El Santo Padre también se refirió a los “trabajadores migrantes”, que sufren más “el impacto de la crisis sobre la economía informal”, donde son excluidos de las leyes nacionales, “sus familias viven en condiciones muy precarias” y muchos son “expuestos a diversas formas de esclavitud”.

Esta crítica situación se da en medio de una mayor “violencia y criminalidad organizada”, que debe ser enfrentada con “una mayor oferta de las oportunidades de trabajo digno” y decente, subrayó.

Por eso, llamó a “asegurar y sostener la libertad de las iniciativas empresariales” e “impulsar una responsabilidad social renovada” a través de la política, empezando por “los trabajadores y los empresarios católicos”, a quienes llamó a buscar “orientaciones seguras en la doctrina social de la Iglesia”.

Finalmente, llamó a “que sean cada vez más numerosos quienes, sin hacer ruido, con humildad y perseverancia, se conviertan cada día en artesanos de paz. Y que siempre los preceda y acompañe la bendición del Dios de la paz”.