Esta tarde, poco antes de las 15 (hora de Roma), el papa Francisco se desplazó a Civitavecchia, en el Nuevo Complejo Penitenciario, para celebrar la Misa de la Cena del Señor con las personas allí detenidas.

El pontífice fue recibido por las autoridades penitenciarias y se dirigió a la capilla, donde presidió la Eucaristía. Junto a algunos detenidos, se encontraba una representación de los agentes y personal del Centro Penitenciario y algunas autoridades, entre ellas el ministro de Justicia italiano.

Luego, tras la proclamación del Santo Evangelio, el Santo Padre pronunció la homilía improvisadamente.

Al final de la homilía, como es costumbre, el papa Francisco repitió el gesto de Jesús durante la Última Cena, cuando el Señor lavó los pies a sus discípulos en señal de amor llevado hasta el servicio y la humillación, hacia 12 presos, hombres y mujeres, incluidas personas de diferentes edades y nacionalidades.

Al finalizar la misa, el director de la Penitenciaría dirigió unas palabras de agradecimiento al Santo Padre y ofreció como regalo una estampa del antiguo puerto de Civitavecchia, algunos productos de la huerta cultivada por los presos y algunas obras realizadas por el personal y los presos.

Tras la celebración, el Papa se dirigió a la Sala de Conversación donde saludó brevemente a una cincuentena de personas, en representación de los detenidos, agentes y personal del centro penitenciario. Antes del anochecer regresó a Casa Santa Marta.

Homilía pronunciada improvisamente por el Santo Padre
Cada Jueves Santo leemos este pasaje del Evangelio: es una cosa sencilla. Jesús, con sus amigos, sus discípulos están cenando, la cena pascual; Jesús lavando los pies a sus discípulos - cosa extraña que hizo: en ese momento los esclavos les lavaban los pies a la entrada de la casa. Y luego, Jesús -con un gesto que llega también al corazón- lava los pies al traidor, al que lo venderá. 

Así es Jesús y nos enseña esto con sencillez: entre vosotros hay que lavarse los pies. Es el símbolo: entre ustedes, deben servirse a unos a otros, desinteresadamente. Qué bonito sería que esto fuera posible hacerlo todos los días y para todas las personas: pero siempre hay interés, que es como una serpiente que entra. Y nos chocamos cuando decimos: “Fui a esa oficina pública, me hicieron dar propina”. 

Esto duele, porque no es bueno. Y nosotros, muchas veces, en la vida buscamos nuestro interés, como si estuviéramos haciendo una propina entre nosotros. En cambio, es importante hacer todo sin interés: uno sirve al otro, uno es hermano del otro, uno hace crecer al otro, uno corrige al otro, entonces hay que mantener las cosas. ¡Servir! Y luego, el corazón de Jesús, que dice al traidor: "Amigo" y también lo espera, hasta el final: lo perdona todo. 

Quisiera poner esto hoy en el corazón de todos nosotros, también en el mío: Dios perdona hasta el final, perdona todo. ¡Dios siempre perdona! 

Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Y cada uno de nosotros, tal vez, tiene algo ahí en el corazón, que lleva cargando desde hace algún tiempo, que lo convierte en "ron-ron", algún esqueleto escondido en el armario. Pero pídanle perdón a Jesús: Él perdona todo. Solo quiere nuestra confianza para pedir perdón. Puedes hacerlo cuando estés solo, cuando estés con otros compañeros, cuando estés con el sacerdote. Esta es una hermosa oración para hoy: “Pero, Señor, perdóname. Trataré de servir a los demás, pero Tú me sirves con Tu perdón”. 

Así pagó con el perdón. Este es el pensamiento que me gustaría dejarles. Sirvan, ayúdense unos a otros y estén seguros de que el Señor perdona. ¿Y cuánto perdona? ¡Todos! ¿Y hasta dónde? ¡Todo el tiempo! Él nunca se cansa de perdonar: somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón.

Y ahora intentaré hacer el mismo gesto que hizo Jesús: lavar los pies. Lo hago de corazón porque los sacerdotes debemos ser los primeros en servir a los demás, no en explotar a los demás. El clericalismo a veces nos lleva por este camino. Pero debemos servir. Este es un signo, también un signo de amor para estos hermanos y hermanas y para todos ustedes aquí; un cartel que significa: “Yo no juzgo a nadie. Trato de servir a todos”. Hay Uno que juzga, pero es un Juez un tanto extraño, el Señor: juzga y perdona. Seguimos esta ceremonia con el deseo de servirnos y perdonarnos a nosotros mismos.