La calidad del matrimonio y de la familia decide la calidad del amor de la persona individual y los vínculos de la misma comunidad humana. Por lo tanto, es responsabilidad tanto del Estado como de la Iglesia escuchar a las familias, con vistas a una proximidad afectuosa, solidaria y eficaz.

El Papa Francisco insta a las instituciones civiles y eclesiales a cuidar de las familias, dirigiéndose a la comunidad académica del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, recibida en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, y pide que se fomente "su vocación por un mundo más humano, es decir, más solidario y más fraterno". Pidió que la familia sea custodiada, no encarcelada, a hacerla crecer, y advirtió que hay que "tener cuidado con las ideologías que se entrometen para explicar la familia desde un punto de vista ideológico".

La familia no es una ideología, es una realidad. Y una familia crece con la vitalidad de la realidad. Pero cuando las ideologías vienen a explicar o barnizar a la familia, lo que ocurre es que todo se destruye. Hay una familia que tiene esa gracia de hombre y mujer que se aman y crean, y para entender la familia hay que ir siempre a lo concreto, no a las ideologías. Las ideologías arruinan, las ideologías se entrometen para hacer un camino de destrucción. Cuidado con las ideologías.

El papel del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II

Cinco años después de su Carta Apostólica en forma de Motu proprio Summa familiae cura, con la que establecía una nueva estructura jurídica para el Instituto Pontificio fundado por el Papa Wojtyla, Francisco recuerda que ha querido dar al organismo de la Universidad de Letrán "un nuevo vigor y un desarrollo más amplio, para responder a los desafíos que surgen en el inicio del tercer milenio", pero también para que tenga "la competencia necesaria para discernir los valores relacionales propios de la constelación familiar".

La experiencia familiar de la comunidad cristiana

Sobre lo que la Iglesia está llamada a hacer por las familias, el Pontífice explica, en primer lugar, que la teología debe "elaborar una visión cristiana de la parentalidad, de la filialidad, de la fraternidad -no sólo del vínculo conyugal- que corresponda a la experiencia familiar, en el horizonte de toda la comunidad cristiana".

La cultura de la fe, en efecto, está llamada a medirse, sin ingenuidad y sin asombro, con las transformaciones que marcan la conciencia actual de las relaciones entre el hombre y la mujer, entre el amor y la generación, entre la familia y la comunidad.

En este sentido, el Papa precisa que, precisamente por ser pontificio, el Instituto Teológico Juan Pablo II debe "servir a la Iglesia tras las huellas del ministerio de Pedro", por lo que insiste en la necesidad de mirar la realidad actual del universo familiar.

La misión de la Iglesia exige hoy con urgencia la integración de la teología del vínculo conyugal con una teología más concreta de la condición familiar. Las turbulencias sin precedentes, que en estos tiempos ponen a prueba todos los vínculos familiares, exigen un cuidadoso discernimiento para captar los signos de la sabiduría y la misericordia de Dios.

La familia, "gramática antropológica"de los afectos humanos fundamentales

Al considerar, por tanto, las razones de la crisis, subraya Francisco, no hay que perder de vista "los signos consoladores, a veces conmovedores, de las capacidades que siguen mostrando los vínculos familiares: a favor de la comunidad de fe, de la sociedad civil, de la convivencia humana", sobre todo "en los momentos de vulnerabilidad y de coacción".

La familia sigue siendo una "gramática antropológica" insustituible de los afectos humanos fundamentales. La fuerza de todos los lazos de solidaridad y amor aprende sus secretos allí, en la familia. Cuando esta gramática se descuida o se interrumpe, todo el orden de las relaciones humanas y sociales sufre sus heridas. Y a veces son heridas profundas, muy profundas.

Entregar nuestra imperfección a Dios

El Papa recomienda entonces no esperar a que la familia sea perfecta para cuidar su vocación y fomentar su misión. Explica que "el matrimonio y la familia tendrán siempre imperfecciones hasta que estemos en el Cielo", reitera la invitación a los matrimonios a hacer las paces después de las disputas, porque así se superan las dificultades, y les exhorta a entregar al Señor la imperfección "porque sacar de la gracia del sacramento una bendición para la criatura a la que se le confía la transmisión del sentido de la vida -no sólo de la vida física- es un 'posible' de Dios".

Redescubrir la alegría de la aventura familiar

Por último, el Pontífice señala que "en esta sociedad llena de grietas", mucho depende de que se redescubra la alegría de la aventura familiar "inspirada por Dios", por lo que concluye su discurso invocando al Señor para que acompañe la pasión de la fe y el rigor de la inteligencia de quienes están comprometidos en el Instituto Teológico Juan Pablo II en la tarea de apoyar, cuidar y animar a la familia.