El gran tema es el trabajo, una preocupación común que siempre ha resonado en nuestra Iglesia, con más fuerza desde el papa León XIII a finales del siglo XIX en la encíclica Rerum Novarum, hasta nuestros días con el Papa Francisco en el resonar de Laudato Si y Fratelli Tutti.

El trabajo no es un fin en sí mismo, sino un medio, para alcanzar nuestros sueños y materializarlos. Recordando a San Juan Pablo II1 , destacamos que el trabajo humano tiene un valor ético social, el cual está vinculado completa y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona , que a la vez interactúa y comparte sus dones con toda la comunidad.

Partiendo primero en comprometernos como deber social, cada uno, estamos llamados a trabajar por respeto al prójimo, a la sociedad que pertenecemos, a la nación de la que somos parte, a la entera familia humana de la que venimos, ya que hoy somos herederos del trabajo de generaciones y al mismo tiempo artífice del futuro de aquellos que vendrán después, con el sucederse de la historia.

Esta obligación la ejercemos con amor, responsabilidad y en libertad.

Por ello, ante el contexto actual, en donde aflora las necesidades sociales laborales, como ser la desocupación, la precariedad laboral, los bajos salarios y la pobreza, cabe preguntarnos; ¿Que actitud nos toca asumir como cristianos o personas de buena voluntad en nuestro diferentes roles sociales?

La respuesta la podemos encontrar por diferentes caminos, ya sea como trabajador, empleador, emprendedor, sindicalistas, empresarios grandes, pequeñas o medianos, e inclusive desde el estado regulador de políticas públicas, nos corresponde no solamente asumir un compromiso del cumplimiento de una norma, sino afrontar en cada relaciónlaboral, con una conciencia espiritual del trabajo, con el compromiso y responsabilidad con las personas concretas con las que en el fondo la norma nos vincula.

Es lo que San Juan Pablo II llama la buena noticia del trabajo, partiendo de entender desde lo más profundo del corazón, que el trabajo dignifica a la persona, por ser creada a imagen y semejanza de Dios. Ya que ese mismo Dios –que creemos- trabaja, lo conocemos trabajando intensamente desde el inicio de la creación del Universo, en estos días y hasta la eternidad. Que junto a ÉL, su hijo único hijo Jesucristo, se dedicó su vida trabajando, aprendido, formándose en la familia, laborando con su propias manos, como carpintero y artesano doméstico, y luego como predicador del Reino de los cielos.

Esta enseñanza de Cristo acerca del trabajo, basada en el ejemplo de su propia vida durante los años de Nazaret, también la podemos complementar, con el testimonio de buen pastor y buen empleador, invitando a sus discípulos para el trabajo a la viña del Reino de su Padre, enseñándoles con amor la labor, formándolos, compartiendo su conocimiento, cuidándoles y garantizándoles una retribución justa en la tierra y en la vida eterna.

También Jesús fiel a la búsqueda de la verdad, fue reclamando en su vida, y actuando contra las situaciones y estructuras sociales injustas a favor de la igualdad de la dignidad de cada persona, como las entidades sindicales lo han hecho desde sus orígenes y lo llevan a cabo en la realidad, pero siempre guiados por el bien común, el respeto, la justicia y la paz.

A partir de ello, por donde comenzamos…

Familia

La primera estructura fundamental a favor de un "desarrollo humano integral en base al trabajo" es la familia, en cuyo seno se aprende a amar y ser amado, recibiendo la enseñanza de los primeros valores, como el sacrificio, la educación, el orden, la alegría, el pensar y querer al otro, al hermano, y por sobre todo al sentido de pertenencia a una comunidad, a la cual tenemos la obligación de aportar, cumpliendo nuestro deber y trabajo cotidiano.

Hay que volver a considerar a la familia como santuario de la vida, un lugar de

cobijamiento donde nos sintamos en paz, pudiendo crecer y desarrollarnos en base a nuestra personalidad y con nuestros dones, para ser enviados a participar en la vida social con libertad, compromiso y respeto. Siempre en base no solo de la enseñanza sino también del ejemplo coherente de los padres, para aprender y querer trabajar.

La familia es base para emprendimientos, empresas, oficios, transmisión de oficios, arte y valores, que distinguen la cultura y la historia de nuestro pueblo.

Empresa. Estado

La actividad empresarial es una noble vocación, orientada a producir riquezas y mejorar el mundo para todos, es una manera muy fecunda para promover a la persona, donde instala sus emprendimientos, sobre todo si se entiende que la creación de los puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común.

El acceso al trabajo debe estar garantizado. La sociedad y subsidiariamente el Estado debe ayudar a los ciudadanos a procurarse un trabajo. El Estado ha de establecer condiciones que generen oportunidades de trabajo, estimulando la creación de empresas, para que haya abundancia de ofertas de empleo, un sólido sistema de seguridad social y de capacitación profesional, libertad de asociación sindical y previsión social en caso de desempleo.

El trabajo es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello el Papa Francisco con insistencia sostiene, que «ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo.

La forma de promover el trabajo hoy, requieren de creatividad e iniciativa emprendedora, y orientarse a aspectos a menudo descuidados, como la conciliación, la seguridad, la vocación, la comunicación la delegación, el liderazgo, la participación o democratización de las organizaciones, la formación continua y la empleabilidad.

Sindicato

Los sindicatos y movimientos de trabajadores por vocación deben ser expertos en solidaridad nos dice el Papa Francisco. Pero para aportar al desarrollo solidario, nos regala tres consejos para no perder el rumbo: La primera, la del individualismo colectivista, es decir, de proteger sólo los intereses de sus representados, ignorando al resto de los pobres, marginados y excluidos del sistema. La segunda cuidarse del cáncer social de la corrupción, para ser factores de esperanza para todos y en tercer lugar no olvidarse de su rol de educar conciencias en solidaridad, respeto y cuidado.

El bien común y la Solidaridad son principios rectores básicos que nos ayudan a discernir personalmente, como parte de nuestro accionar empresario, sindical, institucional y estatal para guiar nuestras conductas. El trabajo humano está destinado, por su naturaleza, a unir a los pueblos. Es a la vez fuente y expresión de solidaridad. El bien común debe ser pensado a partir del sentido del trabajo humano.

Lo importante es que esta necesidad de interdependencia, de contacto, de colaboración mutua, que genera el trabajo, trascienda el carácter de necesidad utilitaria. Esa necesidad es la fuerza que usa Dios para impulsarnos hacia la fraternidad.

Además para el ejercicio de la solidaridad, es preciso el reconocimiento de sus miembros en igualdad de dignidad. Por lo que los que cuentan con más, al disponer de una porción mayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse responsables de los más débiles.

A la vez, también es importante que aquellas personas que menos tienen, en la misma línea de solidaridad, no deben adoptar una actitud meramente pasiva o destructiva del tejido social y, aunque reivindicando sus legítimos derechos, han de realizar lo que les corresponde, para el bien de todos.

En este tiempo particular de nuestro país advertimos que nos encontramos frente al enorme desafío de aumentar la creación de trabajo con un salario digno que sostenga su poder adquisitivo, reiterando que los planes sociales son necesarios en la coyuntura, hasta la consolidación de modelos de economía popular sustentables, pero que es imprescindible un verdadero plan de Desarrollo Humano Integral11, para ello debemos retomar la cultura del trabajo en base a un dialogo constructivo de todos los sectoresinvolucrados.

La convocatoria nos llama directa o indirectamente a asumir nuestra responsabilidad en la comunidad, a los trabajadores (dependientes, autónomos, formales, informales, precarizados, desocupados), empleadores (de pequeñas, medianas y grandes empresas, cooperativas, emprendedores), sindicatos, movimientos sociales, el estado –en su conjunto-, todos juntos estamos llamados a escucharnos y lograr respuestas constructivas y valientes con nuestro presente, proyectando con responsabilidad también el futuro.

La cultura viva necesita la prosa del trabajo humano personal e integral con sentido social. Cuando la cultura laboral se va deteriorado mucho, por el desempleo, el salario injusto, las condiciones infrahumanas, y la monotonía asfixiante, es necesario fortalecer el valor subjetivo y objetivo del trabajo, como motor de desarrollo, junto con la fuerza de la fe, para que sea más que nunca "fuente de alegría popular y motivo de fiesta en situaciones de sufrimiento".

Tenemos un tiempo para ver, un tiempo para elegir y un tiempo para actuar, ahora es el momento de la verdad, con esperanza podemos salir mejores de esta crisis, pero necesitamos ver claro, elegir bien y actuar en consecuencia.