Monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), recordó que “en la Navidad celebramos que Dios viene desde abajo, desde la tierra” y, tras describir que “la cuna para recostar con al Niño se formó con unas ramas y paja, materiales muy rudimentarios, y se apoyó en el suelo”, subrayó: “Para verlo, para entrar en comunión con Él, hace falta agacharse”. 

“El Niño es Maestro. La cuna es su estrado y la cueva, un aula. El pesebre es una escuela de vida. Nos enseña la revolución de la ternura. Nos muestra cómo recorrer el camino que nos lleva a lo importante de la vida”, destacó en su reflexión semanal dedicada a la Navidad, y agregó: “Sus enseñanzas no son teorizaciones abstractas, sino clases prácticas de abrazo, caricia y ternura. Y en esta tarea debemos perseverar”.

“Para ingresar a esta escuela hace falta alejarnos de la terquedad, la violencia, el desprecio. Hace falta abandonar la indiferencia, el narcisismo autorreferencial, la búsqueda de la apariencia que tanto nos seduce”, advirtió.

El arzobispo sanjuanismo indicó que “para besar al Niño no lo acaricies en representaciones de yeso, madera o papel” y sugirió: “Buscalo donde Él quiere ser abrazado: en la carne de los pobres y excluidos”. 

“Queda derrumbado el principio engañoso que causa perdición: ‘tanto tienes, tanto vales’. Sabemos que es una gran mentira, pero le seguimos dando crédito. Una parte importante de la sociedad sigue descartando a quienes tienen poco”, sostuvo, y completó: “La tarea que nos da es insistir y perseverar en la ternura”.

“¡Cuánto necesitamos del consuelo y la paz! En estos tiempos la esperanza está cuestionada y amenazada. En los momentos complicados y difíciles renovemos la confianza en la obra de Dios. Acojamos nuevamente la enseñanza de San Pablo: ‘los dones y el llamado de Dios son irrevocables’”.

Monseñor Lozano compartió los versos de una oración dirigida al Niño Dios que el beato mártir Enrique Ángelelli rezó en la misa de Nochebuena de 1971 y que, dijo, “viene muy bien rezarla“:

¡Cuántas cosas/ te tendría que pedir esta noche!

Señor, yo te pido por mí mismo, / una cosa fundamental:/ que me hagas fiel, / que no me canse nunca/ de pronunciar tu nombre. / Y caminar con mi pueblo, / ayudándole a que todos pechemos juntos. 

El secretario general del CELAM terminó su reflexión de Navidad con una afirmación: “No estamos solos. Nos tenemos unos a otros, lo tenemos al Niño” y una petición: “Pechemos juntos”.