"El arte de escucharse y el arte de ir componiendo, a través de la escucha, el modo de caminar de la Iglesia, asumiendo los conflictos de un modo realista y no huyendo y escapando de ellos como si no existieran”, así definió el Sínodo sobre la sinodalidad, convocado por el papa Francisco, el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, desde Brasilia, donde se encuentra encabezando la delegación argentina que participa de la Asamblea Sinodal del Cono Sur, en curso en la capital brasileña del 6 al 10 de marzo.

Para monseñor Ojea, la convocatoria al Sínodo es “el broche del pontificado de Francisco” y explicó, en una entrevista con ADN Celam, que ese llamado “surge de la concepción que tiene Francisco del pueblo, el concepto de pueblo, que por supuesto lo toma de la eclesiología del pueblo de Dios de la constitución del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia”. 

Y añadió: “Ese concepto es el de un pueblo unido, no es una masa informe, sino que es un pueblo que tiene un destino, que tiene un camino, donde hay vínculos estrechos entre todos, que van compartiendo trechos del camino de la vida entre distintos miembros y donde hay un aprendizaje continuo”.

“Ese pueblo -expresó- evangeliza a todo el pueblo, como se dice claramente en Evangelii gaudium”, y recordó el primer gesto del pontificado de Francisco, donde él le pide al pueblo que rece para que Dios lo bendiga y, a continuación, inclina la cabeza: “En ese gesto, señaló el obispo de San Isidro, el Papa está reconociendo de dónde viene en la Iglesia el primer latido y la primera responsabilidad. Y él es un servidor de los servidores, es decir de los bautizados, de donde viene el poder, vamos a decir así, en la Iglesia, el verdadero poder”.

El lugar del laicado
El presidente de la CEA, compartió su felicidad por las reflexiones que se vienen realizando durante la Asamblea Sinodal del Cono Sur: “Se vive el espíritu sinodal en el grupo. En el grupo que me ha tocado respiro la diversidad, la sinceridad, el amor a la Iglesia”. 

Monseñor Ojea subrayó que el Sínodo trajo “una revalorización tan grande del Bautismo, que se siente la corresponsabilidad. El laicado se va sintiendo dueño del destino de la Iglesia y, cuando hay participación y hay escucha auténtica, entonces todos sentimos que la Iglesia está en nuestras manos, que no solamente está en las manos de algunos, que dan las directivas y otros son los que cumplen, sino que hay un verdadero sentido de pertenencia que se profundiza con la participación, y mucho más con la posibilidad de la toma de decisiones”.

La conversación espiritual
El prelado argentino expresó su opinión también sobre “la conversación espiritual”, la metodología que se está llevando adelante en la etapa continental del Sínodo y que -según todo indica- será la metodología de la Asamblea sinodal en Roma. “Me parece un gran acierto”, dijo, y destacó que “nos saca del esquema de estar enseñando a otros, persuadiendo a otros, convenciendo a otros, nos saca del esquema de estar preparando nuestro propio discurso en un panel, en un congreso o en un parlamento. Y nos coloca en un lugar auténtico de escuchar de verdad”.

“No solo se trata de ponerme en el lugar de otros, aclaró, sino escuchar lo que está detrás de las palabras, tal como una madre puede escuchar a su hijo, que si está llorando ya sabe por qué es, aunque un observador externo no lo sepa. Llora porque tiene hambre, o llora porque tiene frío, llora porque está enfermo, llora porque está molesto, pero sabe por qué llora”.

El presidente de la CEA subrayó que “este modo de escuchar tiene una mayor capacidad para componer, para expresar lo propio, para que se asuma incluso aquello que se ha traído de algún modo, para que a través del Espíritu Santo se llegue a una profunda comunión, aun pensando diferente y sintiendo diferente. Este es el gran desafío de la Iglesia”.

Un Sínodo entre dos extremos
Monseñor Ojea definió como una “gran intuición del Papa” la de convocar al Sínodo y sostuvo que “esto se mueve entre dos extremos”. El primer extremo, explicó el prelado, es la opinión de "que esto no va a servir, que esto no va a traer más que confusión, que no le va a servir a la Iglesia, que no van a quedar claras las jerarquías, que no va a quedar claro quién decide en última instancia y, en definitiva, que puede haber caos. Son las opiniones de algunos obispos y algunos cardenales, que ya fueron emitidas, en contra del Sínodo”.

“En el otro extremo -continuó el obispo de San Isidro- está lo que yo llamo la posición parlamentarista, una confusión entre lo que es el modo de moverse de la Iglesia en comunión a través del Sínodo y lo que es un parlamento, donde uno va -como pasa en las democracias modernas- uno va con una idea clara para llevarla adelante; y si esa idea sale, se triunfa; si esa idea no sale, se pierde”.

Y, finalmente, según el prelado, “el Sínodo se sitúa entre estos dos extremos, no es ni la destrucción de las decisiones ni de las jerarquías, sino que, al contrario, es un enriquecimiento, respecto del cual la jerarquía tendrá que tomar alguna última decisión, y al mismo tiempo tampoco es un parlamento, sino que es un modo de enfrentar la realidad y enfrentar el conflicto, para que nadie quede fuera”. 

"Todo esto me parece sumamente valioso en este Sínodo”, concluyó.