“Algún día la racha se va a cortar”, decían todos en La Plata, tanto del lado de Gimnasia como de Estudiantes. Ese momento llegó. El 19 de marzo de 2023 ya se metió en la historia del clásico platense. Será recordado como el fin de una extensa seguidilla a favor del Pincha y, también, como el día que el Lobo festejó repleto de pibes. Los pibes de Chirola Romero.

Fue 2-1 con goles de Alan Lescano y Cristian Tarragona (penal), tantos que le sirvieron al local para dar vuelta el encuentro porque Estudiantes ganaba por Mauro Boselli. Fue 2-1, pero sobre todo fue una fiesta. En el Bosque hubo color desde temprano y una celebración tremenda desde un pitazo final que representó un enorme desahogo.

Gimnasia, con el plantel menos pensado, cortó una seguidilla de 13 años y 20 enfrentamientos sin victorias. Los chicos, que con esta demostración de coraje dejaron de serlo, se repusieron al golpe que significó el gol de Boselli y en el segundo tiempo concretaron la levantada.

El Tripero no festejaba desde 2010, cuando también en el Bosque, derrotó 3-1 a un Estudiantes de Alejandro Sabella que estaba lleno de figuras. Aquella vez dio el golpe. Venció a Juan Sebastián Verón y compañía, y lo hizo con autoridad. Esta vez ocurrió algo parecido: Gimnasia, sin muchas de las figuras que pelearon el torneo pasado, superó al Pincha de los veteranos.

Los Durso, los Miramón, los Lescano y los Domínguez fueron más que los Andújar, los Ascacibar, los Sosa y los Boselli. La dinámica se devoró a la experiencia. Y en este cruce de planteles antagónicos, ganado por el conjunto tripero, el gran mérito es de Chirola. El que se hizo cargo de una situación difícil. El que le puso el pecho. El que no se achicó en las derrotas.

Del Lobo se fueron, entre otros, Rodrigo Rey, Agustín Cardozo, Brahian Alemán y Ramón Sosa. Pero se quedaron Leonardo Morales, Matías Melluso y Tarragona. Se quedaron los que quisieron quedarse. Lucharla con Chirola. Con la gente. Como el técnico Romero no se derrumbó en la mala (su equipo llegó al clásico último en las posiciones), los hinchas tampoco se resignaron. La banca de los simpatizantes para este grupo permitió que nunca se generara sensación de ciclo cumplido. Ellos, entonces, también son parte de este triunfo. ¡Un triunfo histórico!

Estudiantes, a pesar del gol tempranero de Boselli con una certera definición, hizo poco. Muy poco. Tenía casi todo a favor: la racha, el resultado y la experiencia para administrarlo. El Pincha se quedó...

Y como el Pincha se quedó, Gimnasia se animó. Y fue. Soñó con la heróica y la buscó. Esa rebeldía tuvo premio. Lescano empató con un lindo cabezazo, tras un centro desde la izquierda, y Tarragona mandó al ángulo un penal que le cometieron a Eric Ramírez.

En el final Estudiantes intentó. Con pocas ideas y sin precisiones, pero fue. El Lobo, que antes había sido esperanza, se transformó en muralla. Y el frontón resultó infranqueable. Le quedó una al ingresado Mauro Méndez e increíblemente definió él, en vez de hacer lo que pedía la jugada: tocar a un costado, para su compañero que entraba solo. Esa jugada del uruguayo pinta el desempeño del elenco de Eduardo Domínguez: un compendio de malas decisiones.

Si en el León predominaron los desaprobados, en el Lobo pasó todo lo contrario. El grupo de Chirola estuvo a la altura de la necesidad que tenía el club. Y esa necesidad era el desahogo. Por eso se festejó como se festejó. Por eso se seguirá festejando.

La sala de prensa, un sitio habituado a las formalidades, se convirtió en tribuna. Los pibes de Gimnasia, los que se animaron a desafiar la lógica, irrumpieron para cambiar los planes. La conferencia pasó a ser locura. Los jugadores triperos se hicieron del micrófono y celebraron. Como los hinchas, esos que no querían irse de la cancha. Después de muchos años, ¡13!, el Tripero sonrió en el clásico platense. La fiesta continuará varios días....