Los semanas atrás, había un candidato lógico, definido, incuestionable: River andaba al galope en el torneo local y Boca era una moneda al aire. Martín Demichelis le había puesto un sello a un River de galera y Jorge Almirón debía reconstruir las flaquezas de un Boca errático. Si en el boxeo una mano lo cambia todo, en el fútbol, un par de partidos (un par de semanas), transforman el escenario de modo brutal. Tanto, que Boca se presenta mejor al súper que va a tener secuelas más allá del ámbito doméstico, esta tarde, desde las 17.30, en el Monumental. Y por primera vez, ante casi 84.000 espectadores.

De pronto, Boca pudo vencer a Racing (fue 3-1), con una dosis de entrega y fútbol, como hacía largas semanas no disfrutaba la Bombonera. Más allá de que debió sufrir las expulsiones de Barco y Villa, que habrían transformado el desarrollo, con Advíncula de 7, con el colombiano revitalizado y una defensa más firme, volvió a ser. El 2-0 contra Colo Colo, en Santiago, fue el despegue definitivo, con la convicción de que, ahora sí, tiene un arquero de manos calientes, al ser Chiquito Romero una figura estelar. El DT influyó en la reacción global.

De pronto, River sufrió la peor derrota en la historia de la Copa Libertadores, un 5-1 demoledor contra Fluminense en el Maracaná, con un segundo capítulo (sufrió cuatro goles) que será difícil olvidar. Las figuras se estrellaron, la audacia mayúscula se ofreció como una trampa. El 1-1 anterior con Atlético, en Tucumán, salvado por un gol en contra en el cierre, había sido un llamado de atención. Los suplentes no están en la misma sintonía y los titulares no son la maravilla que se intuía. El DT influyó en el declive general.

Más que nunca, están cabeza a cabeza. El favoritismo, aún con la superioridad xeneize de este tiempo, no lleva el sello de la exclusividad.

River buscará volverse inalcanzable para Boca. El conjunto millonario encabeza la clasificación con 34 puntos, seis por encima de San Lorenzo. Y la ventaja sobre Boca, en la decimotercera posición, es de 16 puntos. Amplia diferencia estadística, nula ventaja futbolera. Además de lo abultado del resultado, la goleada sufrida en Brasil dejó en evidencia decisiones tácticas equivocadas de Demichelis, que con algunas muy buenas tareas y varias victorias en fila había provocado una transición amable de su antecesor, el multicampeón Marcelo Gallardo.

 

“Hay que dar vuelta a la página lo más rápido posible. Esto duele, pero tenemos jugadores líderes y que han ganado mucho. Se viene el superclásico con nuestra gente, esperemos dedicarles un gran partido”, se afirmó el entrenador, de 42 años.

Boca pasó la tormenta de la salida de Hugo Ibarra. Jorge Almirón, de 51 años, de pasos recientes (y no tan recientes) erráticos en Atlético Nacional, San Lorenzo, Arabia Saudita, Elche (en dos ocasiones) y Lanús, le devolvió calma y un estilo. Nada menos. Arrancó con dos derrotas, rescató un empate en Rosario y un triunfo contra Pereira, en su casa, que le devolvieron el alma al cuerpo. Hasta el juvenil Valentín Barco (un titán al atacar y un suplicio al defender) aporta frescura y crédito en el porvenir. Y a diferencia de River, pisa fuerte en la Copa Libertadores.

“El entrenador nos está pidiendo cosas que después, gracias a Dios, en el campo de juego salen”, valoró Sergio Romero. “Lo bueno es que hay un crecimiento, que vamos trabajando, la idea la vamos agarrando y eso es lo importante”, insiste el hombre, de 36 años y de una vida en el arco.

En River, la duda se centra en la defensa: Emanuel Mammana o el chileno Paulo Díaz (casi recuperado) van a acompañar a Leandro González Pírez en el centro de la última línea. En Boca, hay que decidir quién reemplazará en el mediocampo al suspendido Martín Payero. Se puede elegir otro volante (Ezequiel Fernández o Cristian Medina); disponer el ingreso de un defensor (Nicolás Valentini) para jugar con línea de cinco y que eso genere el adelantamiento de Barco al mediocampo. Unos 1.400 agentes policiales participarán en el operativo de seguridad, 150 más que en el último choque, en el 2022.

¿Qué pasa si gana River? ¿Qué sucede si se impone Boca? ¿Y si empatan?

Un triunfo de River dejará a su clásico rival prácticamente afuera de la lucha por el título, le dará un empuje anímico definitivo para encarar las 12 fechas que restan y cortará el optimismo repentino de un adversario que quedará estancado en la mitad de tabla. Y además: revitalizar el espíritu en el porvenir, sobre todo, en la Copa Libertadores, luego de la profunda herida del 1-5. Barco, Nacho Fernández, Beltrán, Enzo Díaz: por ellos debe pasar la estirpe riverplatense.

Una victoria de Boca le propinará un golpe de KO a su clásico rival, desconcertado en el ámbito internacional y ahora, también, en el contexto doméstico, en su propia cancha y frente a miles de hinchas. Al mismo tiempo, acortará distancias en las posiciones: nunca hay que dar a Boca al costado del camino. Y seguirá con la paternidad, luego de los dos 1-0 conseguidos en 2022. Barco, Varela, Advíncula, Villa: por ellos debe pasar la sangre xeneize.

Un empate… será visto con ojos luminosos para ambos. Se sabe: nadie en el mundo superclásico acepta el punto antes de jugar. Hay demasiadas presiones. Sin embargo, más que nunca en este escenario, una derrota puede ser (mucho) más dolorosa que la alegría pasajera de un (enorme) triunfo. Es el resultado que mejor le caen a unos y otros (antes del pitazo inicial, lógicamente). ¿Por qué?

River quemó sus libros en una noche fatídica de Libertadores y no puede permitirse volver a tropezar. Justo ahora. Ganar es sanador, pero la diferencia con Boca es tan amplia, que por ahora no representa un rival rumbo al título. Un empate mantiene la distancia abismal: aún si triunfa San Lorenzo, no cambia (casi) nada. Si no gana, el punto no resta.

Boca está tan lejos de la cúspide y con su ambición en otro asunto, que una igualdad como visitante, no le debe venir nada mal. No va a transformar su optimismo reciente. Es el último ganador del campeonato y va a concentrarse casi exclusivamente en la Libertadores: en octavos, esté como esté, será uno de los candidatos. Si no gana, el punto suma.

Fuente: La Nación.-