Sin paz no hay vida". Con estas palabras el cardenal Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, comenzó su homilía en la Santa Misa celebrada hoy, lunes 8 de mayo, en el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya. La súplica a Nuestra Señora de Pompeya se recita cada año en este día y el primer domingo de octubre, ante la imagen de la Virgen.

Zuppi pidió a los fieles que cumplan con la tarea indicada por el Papa este domingo 7 de mayo, tras la oración mariana del Regina Coeli en la Plaza de San Pedro. "Elevemos desde esta casa de María, casa de oración y de caridad, la súplica a la Virgen del Rosario que el beato Bartolo Longo quiso dedicar a la paz. Supliquemos con la insistencia de la pobre viuda que pide justicia a ese terrible juez injusto y despiadado que es la guerra". El cardenal recordó a continuación cómo "la voluntad de Dios es un mundo de paz", porque "sin paz no hay vida", con María que "es nuestra madre, todos somos hermanos porque para ella todos somos sus hijos".
El presidente de los obispos italianos habló a continuación de la "incubación de la guerra". En la raíz de todo conflicto está entonces "la resignación ante los problemas", como los "terribles intereses económicos" que llevan a los hombres "a destruirse a sí mismos". En este contexto, "la súplica expresa la espera de toda la creación que sufre y clama por la paz", y es "estando con María" como "comprendemos la guerra". "María -continuó- es la primera que bajo la cruz suplica por la resurrección de la paz, de la curación, de la luz que vence a las tinieblas, de la vida que triunfa en su duelo contra la muerte".
A continuación, el Purpurado citó la encíclica Pacem in Terris, de la que este año se cumple el 60º aniversario, afirmando que las palabras escritas por Juan XXIII son hoy "nuestra oración", a partir de la petición de que alejemos "del corazón de los hombres lo que puede poner en peligro la paz y los transformemos en testigos de la verdad, de la justicia y del amor fraterno". Zuppi reiteró cómo los cristianos están llamados a ser protagonistas de su tiempo, porque "el cristiano no es un hombre fuera de la historia". De hecho, en un mundo olvidadizo y volátil, que huye de la responsabilidad y no tiene visión, el cristiano -dijo- entra en los pliegues de la vida verdadera, desciende a los problemas para buscar allí la presencia del Señor".
De ahí procede el estímulo a comprometerse, como individuos y en sociedad, para construir un futuro de paz. "¡Nada es imposible para los que creen! No aceptemos -pidió el cardenal- la lógica del no hacer nada, que nos lleva a quedarnos mirando al cielo. Sigamos a María, la humilde que realiza las cosas más grandes. Ella suplica por los que rechazan el mal, por los que no se acostumbran al dolor, por los que quieren la curación y la paz. La súplica nos impulsa a ser hacedores, artesanos de paz. Esta casa de oración y caridad, esta ciudad de paz viene en nuestra ayuda". La oración desempeña un papel fundamental en esta misión. "Nos ayuda el Santo Rosario, oración para todos, insistente, que nos hace vivir los misterios de Cristo en compañía de su madre y de la Iglesia. Nada -repitió- es imposible para quien cree".