Monseñor César Fernández (de la diócesis de Jujuy) y monseñor Félix Paredes Cruz (de la prelatura de Humahuaca), acompañados por el párroco Germán Maccagno, concelebraron la misa en el santuario de la Virgen del Rosario, de Río Blanco y Paypayá, donde volvieron a pedir por paz y justicia tras la conflictividad social en la provincia, debida a la reforma parcial de la Constitución provincial, y en el marco del fin de semana de oración por esa intención, convocada por la Conferencia Episcopal Argentina.

“Estamos reunidos hoy en este santuario, a los pies de la Madre del pueblo jujeño, para pedir por el restablecimiento de la paz y el imperio de la justicia después de los difíciles momentos que nos tocó vivir en los últimos días. Atentos a los hechos ocurridos en Jujuy y en la hermana provincia del Chaco, los obispos de la Argentina convocaron a todos los creyentes a que nos unamos fervientemente en la oración”, destacó monseñor Fernández en la homilía.

Tras recordar el pronunciamiento del pasado miércoles, el prelado agradeció “la solidaridad y la oración de nuestros hermanos”, y expresó: “Confiados en que, si estamos abiertos al Señor, Él puede pacificar nuestros corazones, venimos a pedir hoy aquí, por intercesión de nuestra Madre, aquello que tanto deseamos: el restablecimiento de la justicia y la paz”. 

“Deseamos que esta semana que comienza se puedan serenar los ánimos de todos nosotros, para emprender el camino del reencuentro entre hermanos; porque nos hemos descubierto divididos y enfrentados, incapaces de reconocernos como miembros todos de un mismo pueblo”, señaló.

“Dejando atrás el tendal de piedras, ahora hay que sentarse pacientemente a construir la amistad social y la fraternidad entre todos nosotros.  Hay que – como dice Francisco – acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse y buscar puntos de contacto.  Si bien la primera responsabilidad en esta tarea la tienen los gobernantes, en este empeño debemos estar todos alineados. Todos, viendo cómo construimos esos puentes que nos acercan y no dinamitamos los caminos que nos pueden acercar unos a otros”, sostuvo, parafraseando la encíclica Fratelli tutti y un pronunciamiento anterior.

El obispo jujeño consideró que “la historia nos pone ante un desafío único: de este momento podemos salir fortalecidos o podemos ahondar las diferencias y las exclusiones”, y precisó que el punto de partida es “empezar por acercarnos para curar y sanar a los más débiles, para sumarlos a la mesa familiar de la vida democrática, donde todos tenemos un lugar y nadie queda fuera”.

“Los argentinos deseamos vivir en paz y esperamos de quienes nos gobiernan y representan que pongan las bases, mediante acuerdos y políticas adecuadas, de un proyecto de desarrollo inclusivo que nos devuelva la esperanza de llegar a ser aquella gran nación que soñaron nuestros próceres.  El ejercicio de la buena política, la de grandes miras y horizontes, es la forma más elevada de la caridad y del amor.  Ahora es el momento de jugarnos por remover todo aquello que nos impide encontrarnos y escucharnos para buscar juntos el bien común”, subrayó.

Monseñor Fernández reiteró que “hemos venido a rezar a nuestra Madre; permítanme expresarle, en nombre de todos, los deseos que seguramente guardamos en nuestro corazón”.

Madre nuestra, madre del pueblo jujeño. Vos te alzaste en este lugar en el comienzo de nuestra historia, como signo de paz, entre aquellos que estaban enfrentados. Recurrimos nuevamente a ti para pedirte ayuda.  Necesitamos que nos ayudes a reconocernos como hermanos y a reconocer a Cristo en el más humilde de nuestros hermanos.  Ponemos en tu corazón la necesidad del pan para la mesa de los pobres, la necesidad del salario justo y del trabajo digno para los que no lo tienen, la necesidad de amistad y fraternidad que nos está faltando entre nosotros, la necesidad del respeto a los derechos de quienes se sienten violentados, la necesidad del respeto y el cuidado de los legítimos intereses de los pueblos originarios, y sumarnos a su amor tan grande por el cuidado de nuestra madre tierra. Madre: que nuestros niños no crezcan en una sociedad que se enfrenta entre gritos y desencuentros.  Que vayan aprendiendo de nosotros, sus mayores, el arte del diálogo, del cuidar de los más débiles y el paciente y artesanal trabajo por la paz. Amén”, rezó.

“Tomemos ahora todos nosotros un momento en silencio, para dejar en el corazón de nuestra Madre lo que tenemos guardado en el fondo de nuestro corazón”, concluyó.