“En el momento de la obstinación se pueden hacer solamente dos cosas. Discutir con esa gente no es posible, porque tienen ideas fijas, sus ideas que el diablo ha sembrado en el corazón... ¿Qué se puede hacer? Lo que ha hecho Jesús: callar”, explicó el Papa.

En esta línea, el Santo Padre reconoció que impresiona leer en el Evangelio cuando “delante a todas esas acusaciones, Jesús callaba” y añadió que “delante al espíritu de obstinación solamente el silencio. Nunca las justificaciones. Nunca. Jesús ha hablado. ha explicado, cuando ha entendido que no existían palabras, el silencio. Y Jesús ha hecho su pasión. El silencio del justo delante a la obstinación”, recomendó el Pontífice.

“Esto es válido también, llamémosle así, para las `pequeñas obstinaciones’ cotidianas: cuando alguno de nosotros siente que existe una habladuría contra de él y se dicen las cosas y después no surge nada… Estar callado, silencio, y padecer, tolerar, la obstinación de las habladurías. Las habladurías son una obstinación también, una obstinación social, en la sociedad, en el barrio, en el lugar de trabajo… es una obstinación para destruir al otro, porque se ve que el otro molesta”, alertó.

Al comentar las lecturas de la liturgia del día, el Papa Francisco destacó que es una profecía de lo que ocurriría después, “parece una descripción histórica de lo que sucedió después: “si eres el Hijo de Dios baja…” y después las acciones: “sometámosle al ultraje y al tormento para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios le visitará”.

El demonio está siempre detrás de cada obstinación

Luego, el Santo Padre destacó que el Evangelio describe cuando los judíos intentaban matar a Jesús, intentaban arrestarlo, “pero ninguno colocaba la mano encima de Él porque todavía no había llegado su hora” y subrayó que “esa profecía es demasiado detallada: el plan de acción de esta gente malvada es dictada detalle por detalle, no ahorran nada, pongamos a la prueba con violencias y tormentos, y probar el espíritu de suportación”.

“Esto no es una simple ‘odiosidad’, no existe un plan de acción -malo ciertamente- de un partido contra el otro, es otra cosa, esto se llama: obstinación. Cuando el demonio, que está siempre detrás a cada obstinación, intenta destruir, y no ahorra medios”, dijo.

En este sentido, el Pontífice recordó el inicio del libro de Job, que es profético: “Dios está satisfecho con el modo de vivir de Job, el diablo dice mételo a la prueba. Primero el diablo le quita los bienes -materiales-, después le quita la salud, y Job nunca se apartó de Dios”.

“Pero es el diablo quien hace la obstinación. Siempre. Detrás de cada obstinación, se encuentra el demonio, para destruir la obra de Dios. Detrás de una discusión o una enemistad, puede ser el demonio, de lejos, con las tentaciones normales, pero cuando hay obstinación, no dudemos, está la presencia del demonio”.

Por ello, el Papa señaló que “la obstinación es sutil, sutil. Pensemos cómo el demonio no se ha obstinado solamente con Jesús, sino también en las persecuciones de los cristianos. Cómo ha buscado los medios más sofisticados para conducirlos a la apostasía, a alejarse de Dios. Esto es, como nosotros decimos en el lenguaje cotidiano: ‘esto es diabólico’. Sí. De inteligencia diabólica”.

De este modo, el Santo Padre relató que recientemente los obispos de un país que ha sufrido la dictadura de un régimen ateo le explicaron que las persecuciones llegaban a detalles como este: “el lunes después de pascua las maestras tenían que preguntar a los niños ¿qué han comido ayer? Y los niños decían qué habían almorzado, y algunos decían huevo, y quienes habían respondido huevo, después eran investigados para ver si eran cristianos, porque en ese país se comían huevos en pascua. Hasta aquel punto, de espionaje, al ver dónde hay un cristiano para matarlo… Esta es obstinación en la persecución y éste es el demonio”.

Pidamos al Señor la gracia de luchar contra el mal espíritu, de discutir cuando debemos discutir, pero delante al espíritu de la obstinación, tener la valentía de callar, y dejar que los otros hablen. Lo mismo delante a esta pequeña obstinación cotidiana de las habladurías, dejarles hablar, en silencio delante a Dios”, concluyó.