El designado prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, monseñor Víctor Manuel Fernández, dio detalles de lo que le pidió el Papa Francisco en esta nueva misión y ratificó sus dichos sobre el ex Santo Oficio. "Lo que está mal, está mal y yo defiendo la moralidad objetiva", expresó en una entrevista con InfoVaticana.

El arzobispo argentino sentó posición sobre el "camino sinodal" alemán, el decreto que emitió el Dicasterio en 2021 sobre la negativa a bendecir parejas homosexuales y su libro Sáname con tu boca: el arte de besar, que recibió críticas desde algunos sectores.

-¿Cuáles serán sus principales líneas de trabajo como prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe?
-Ayer mandé una carta a los miembros del Dicasterio diciéndoles que yo admiraba al Cardenal Ladaria como teólogo y también por su estilo de trabajo, que considero modélico, pero agregué que lo haría «a modo mío» como dice la canción italiana. Teniendo en cuenta el llamado del Papa a la sinodalidad, primero tendré que escuchar un poco antes de tomar decisiones, pero ciertamente hay consideraciones de la carta que el Papa me envió que tendremos que aplicar de alguna manera.

-¿Por qué pidió al Papa no ocuparse del tema de los abusos?
-La primera vez que me ofreció este cargo le respondí que no, en primer lugar porque no me consideraba adecuado para liderar el trabajo en el área disciplinar. Yo no soy canonista y, de hecho, cuando llegué a La Plata tenía poca idea de cómo lidiar con estos asuntos. Es complejo porque en principio uno tiene que creerles a los que presentan acusaciones de abusos de menores, hay que creerles, y por otro lado no se puede condenar al cura sin el debido proceso, que requiere tiempo. Y en el medio vienen todos los reclamos a los que uno tiene que responder, diciendo lo menos posible para no interferir.

En aquel momento yo me dejé guiar por los canonistas y fui aprendiendo, pero con enorme sufrimiento, por el temor de ser injusto con uno o con otro. Te imaginás que tener que ir a Roma para ocuparme de eso era una tortura. Pero el Papa me dijo que, precisamente, lo que quería era que el Prefecto delegara esa tarea en la Sección Disciplinaria, que se creó hace poco, porque tiene profesionales muy idóneos, y agregó: «Te pido que, como Prefecto, dediques tu empeño personal de modo más directo a la finalidad principal del Dicasterio», relacionada con la fe, la Teología, la transmisión de la fe. En esto me sentía más seguro. Si «humildad es verdad», yo me siento seguro con mi saber teológico, aunque haya escrito muchos librillos de oraciones, o catequesis sencillas. Soy teólogo y el Papa destaca en su carta que fui decano de Teología, presidente de la Sociedad argentina de Teología y Presidente de la Comisión episcopal de Fe y Cultura (doctrinal) siempre elegido en votación por mis pares. No fue por acomodo o por amistad con Bergoglio.

-En su carta a los fieles de la arquidiócesis de La Plata generó controversia su afirmación sobre que el Santo Oficio llegó incluso a torturar y matar, ¿lo reitera?
-En esa carta dije que «no todo fue así», pero no podemos negar que hubo torturas y muertes. Sabemos que eso no puede juzgarse con criterios actuales. Lo reiteré en una entrevista periodística. Pero lo que está mal está mal, y yo defiendo la moralidad objetiva. Si los condicionamientos históricos pueden disminuir la culpabilidad, y eso debe ser contemplado en nuestros juicios, no podemos negar que aquello era «objetivamente» malo. También sabemos que otros «tribunales» de la época eran mucho más crueles e inmorales que la Iglesia Católica, aun los de otras confesiones cristianas, pero lo que está mal está mal.

-Uno de los principales retos a los que se enfrentará es el del polémico Camino Sinodal alemán, ¿cómo pretende abordar este problema?
-Le confieso que siendo arzobispo de La Plata me entusiasmé con lo mío, que es anunciar el Evangelio, predicar, infundir espiritualidad (¿sabe usted que la mayoría de mis libros son sobre Dios, la oración, María, la Misa, la confesión, la vida eterna…?) y dediqué poco tiempo a las internas eclesiásticas. Un año entero hice un programa radial todos los días, dedicado sólo a hablar de Dios y sus atributos. Los alemanes siempre llaman la atención, y en mi estilo de Arzobispo no ha estado presente esa preocupación por ordenar mujeres o cosas por el estilo. Evidentemente, ahora me corresponde ponerme al día en el asunto, escuchar, conversar, consultar. Por lo pronto, debo decirle que no creo que no haya algo bueno en esta «movida» alemana. Una vez, el Cardenal Ladaria me dijo que ojalá hubiera siempre algún hereje que nos obligue a profundizar más la fe. Esta cuestión histórica algo nos dejará de bueno, aunque pueda ser necesario pulir cosas, precisarlas, madurarlas.

-En 2021, este Dicasterio afirmó que no se puede bendecir a las parejas homosexuales, ¿está usted de acuerdo?
-Mire, así como estoy firmemente en contra del aborto (y lo desafío a que encuentre a alguien en Latinoamérica que haya escrito más artículos que yo en contra del aborto), también entiendo que «matrimonio» en sentido estricto es sólo una cosa: esa unión estable de dos seres tan diferentes como son el varón y la mujer, que en esa diferencia son capaces de engendrar nueva vida. No hay nada que pueda compararse con eso y usar ese nombre para expresar otra cosa no es bueno ni correcto. Al mismo tiempo, creo que hay que evitar gestos o acciones que puedan expresar algo diferente. Por eso, pienso que el mayor cuidado que hay que poner es en evitar ritos o bendiciones que puedan alimentar esa confusión. Ahora, si una bendición se da de tal manera que no provoque esa confusión, habrá que analizarlo y confirmarlo. Como verá, hay un punto en que se sale de una discusión propiamente teológica y se pasa a una cuestión que es más bien prudencial o disciplinar.

-Para usted, ¿la doctrina es algo que puede cambiar o ha de conservarse intacta tal y como se ha recibido durante cientos de años?
-La doctrina no cambia, porque es en definitiva el insondable, maravilloso e inmutable misterio de la Trinidad expresado en Cristo. Allí está todo, y eso no puede ni mejorar ni cambiar. No hay nada que agregarle. Otra cosa es nuestra comprensión de esa doctrina, y eso de hecho sí ha cambiado y seguirá cambiando. Por eso en Dei Verbum se dice, por ejemplo, que el trabajo de los exégetas puede hacer madurar la opinión de la Iglesia.

-En estos días está siendo muy comentado el libro que usted escribió titulado ‘Sáname con tu boca. El arte de besar’, ¿se arrepiente de haberlo escrito?
-No. Cualquier teólogo, biblista o literato sabe que para interpretar un texto es clave situarse con claridad frente su género propio y no pedirle lo que no puede dar. Ese es un libro que hice junto con un grupo de jóvenes, cuando yo era un párroco muy joven. Y el tema de ese libro es profundamente conservador. ¿Sabe por qué? Porque respondía a la preocupación de esos jóvenes -muy bien formados por mí- de aprender a explicarles a otros jóvenes por qué hay que evitar las relaciones prematrimoniales. Fíjese usted qué progre era el objetivo del libro.

Pues bien, conversando y conversando se nos ocurrió destacar que el sexo no es todo, que si uno lo pospone puede desarrollar muchas otras formas de expresión del amor y crecer en ese amor. Entonces, como ejemplo de una de esas expresiones de afecto que puede haber sin necesidad de llegar al sexo, estaba el beso. Así, junto con ellos, hicimos una encuesta a otros jóvenes, buscamos poemas y fuimos armando esta catequesis. No era un manual de Teología, era un intento pastoral del cual no me arrepentiré nunca. Por supuesto que hoy no escribiría algo así, ya tengo 60 años y empiezo a prepararme para la vida eterna. De hecho, poco después pedí a la editorial que no lo reimprimieran. ¿No le parece de mala leche tomar ese librito, usar frases sueltas de ese opúsculo pastoral juvenil para juzgarme como teólogo?

-Por último, su nombramiento ha generado controversia en algunos círculos eclesiales que temen que pueda desempeñar una tarea alejada de lo que ha de ser el prefecto del Dicasterio de la Doctrina de la Fe, ¿qué les diría a aquellos que no ven con buenos ojos su nombramiento?
-Estas tareas también pueden reconfigurarse, y el Papa tiene derecho a darle otro rostro. ¿No le parece bien a usted que alguna vez en la historia ocupe ese puesto un latinoamericano que haya sido párroco de periferias, que haya crecido en un pequeño pueblo del interior, con sensibilidad cercana al dolor de los descartados de la sociedad, con una historia de vida muy distinta a la de un europeo o estadounidense, pero que a la vez es doctor en Teología? Una vez más, le digo que aprenderé de la historia, respetaré los procesos, dialogaré, pero lo haré «a modo mío».