Monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo, reconoció que disfruta visitar a las familias en sus casas y dijo que presta especial atención cuando hay un anciano en la casa porque, destacó: “He podido escuchar historias maravillosas e impactantes”.

Tras detallar historias de desarraigo, privaciones y pobrezas, persecuciones y emprendimiento con esfuerzo y trabajo duro, recordó una muestra de fotografías de la historia de una comunidad parroquial sanjuanina.

“Especialmente se –detalló- destacaban imágenes del templo destruido durante el terremoto de 1944, y las obras que llevaron unos cuantos años para construir el nuevo, inaugurado un par de décadas después. Muchos que ya murieron, y otros que forman parte del presente”.

“Hoy son abuelas y abuelos que en su juventud y vida adulta se entregaron con generosidad en tiempos de siembra para que hoy tengamos frutos y, recogiendo su testimonio, volvamos a esparcir semilla con el corazón abierto al futuro”, puntualizó.

Por eso, el arzobispo sanjuanino consideró que “es tan importante reconocernos como parte de un pueblo en marcha, que no empieza y termina hoy su vida” y citó el mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de los Abuelos y Adultos Mayores, que se celebra este domingo.

“En muchas familias abuelas y abuelos dedican largas horas de la semana en cuidar a los nietos, jugar con ellos, ayudarles en alguna tarea de la escuela. Son los primeros catequistas (a veces, los únicos) enseñando las oraciones y hablando del cielo cuando irrumpe la muerte de alguien cercano. Son forjadores de esperanza”, sostuvo. 

“Sí, son los ancianos quienes nos transmiten la pertenencia al Pueblo santo de Dios. Tanto la Iglesia como la sociedad los necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el futuro. Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados”, añadió citando al pontífice.

Por último, monseñor Lozano destacó que en la cercanía de la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús, las comunidades parroquiales celebran a “todos los que, con manos arrugadas por el trabajo, el esfuerzo, los años, siguen transmitiendo ternura que sostiene y fortalece”.