"Al venir a Marsella, el Papa Francisco prosigue su peregrinación mediterránea". Es la reflexión del Cardenal Jean-Marc Aveline, Arzobispo de Marsella, en entrevista exclusiva realizada por Delphine Allaire, de la redacción francófona de Radio Vaticana-Vatican News, minutos después de la divulgación del programa del viaje apostólico que el Santo Padre emprenderá a la ciudad francesa del 22 al 23 de septiembre para la conclusión de los "Encuentros del Mediterráneo".

El Purpurado recordó que en 2023 se celebró el décimo aniversario del primer viaje apostólico del Papa, realizado el 8 de julio de 2013 a Lampedusa, a pocos meses de su elección. "Desde entonces, también ha visitado Tirana, Sarajevo, Lesbos, El Cairo, Jerusalén, Chipre, Rabat, Nápoles, Malta, etc", añade el Cardenal.

"Como pastor de la Iglesia universal, pero también como obispo de Roma, los viajes del Papa son expresión de su especial preocupación por los pueblos del Mediterráneo. Así pues, Francisco no viene a Marsella para llamar la atención sobre sí mismo, sino para que con él miremos al Mediterráneo, a los retos que afronta, a los recursos que tiene y a la misión que corresponde a los discípulos de Cristo en esta parte del mundo".

Una gran alegría para todos los marselleses

Aveline aclaró que aún no saben qué dirá el Pontífice, "pero su llegada ya es en sí misma un mensaje". Y explicó:

"Porque esta ciudad multicultural y multirreligiosa, rebosante de potencial y de energía, se enfrenta también a dificultades formidables: la precariedad de una gran parte de su población, los estragos mortíferos del narcotráfico, los problemas recurrentes del paro, la inseguridad, la falta de educación, etcétera. Pero este gran puerto mediterráneo, que a lo largo de su historia ha acogido a quienes han abandonado sus países a causa de la guerra o la pobreza, también sabe encontrar en su variopinta población los recursos de coraje, solidaridad y esperanza que todos necesitan para superar las dificultades de la vida".

Por dichos motivos, la presencia del Obispo de Roma "es una alegría y un gran orgullo para los cristianos de Marsella y para todos los marselleses, de todas las confesiones", dijo el arzobispo.

Aveline observó que "si el Papa ha elegido venir a Marsella es porque sabe que desde esta ciudad podrá dirigirse a toda Francia y, más allá, a los pueblos de Europa y del Mediterráneo". Es una visita que anima el trabajo sinodal de todos los pastores del Mediterráneo y estimula el desarrollo de una reflexión teológica basada en las cuestiones específicas a las que se enfrenta la región, según el arzobispo.

Podemos y queremos actuar en comunión

El Pastor acotó que los obispos mediterráneos han podido medir hasta qué punto necesitan volver a reunirse, para discernir mejor lo que el Espíritu nos llama a hacer al servicio de los pueblos confiados a nuestro ministerio. "Porque, aunque compartimos desafíos comunes, los experimentamos de maneras muy diferentes, según los contextos de cada uno de nuestros países", aclaró.

También enfatizó la necesidad de hablar entre ellos para comprender las dificultades que cada uno afronta, para explorar las razones por las que sus puntos de vista pueden diferir. "Y sin embargo, a pesar de estas diferencias, podemos y queremos actuar en comunión, con el Santo Padre y entre nosotros, al servicio del bien común, por el Evangelio", reivindicó.

Intentaremos dar un rostro a la esperanza que nos da la fe en la Resurrección de Cristo

Frente a los conflictos geopolíticos, los desequilibrios medioambientales, las tragedias vinculadas a los flujos migratorios, la pobreza y la injusticia socio-económica, el Purpurado reconoció que estos retos "nos permiten identificar, podemos movilizar muchos recursos".

"Uno, por supuesto, es la solidaridad entre los pueblos, para resistir a la opresión y a las ideologías mortíferas. La fe cristiana es a menudo un apoyo eficaz para esta resistencia, como hemos visto en otras situaciones a lo largo de la historia. Tampoco debemos olvidar la inmensa riqueza del patrimonio filosófico, cultural y espiritual del que el Mediterráneo fue cuna. Han aportado al mundo una comprensión específica del ser humano, de su libertad y de su capacidad para relacionarse con los demás y con Dios. El Mediterráneo ha ofrecido generosamente a los pueblos del mundo el tesoro de esta inmensa sabiduría antropológica. Pero todos sabemos que este tesoro es frágil, sobre todo cuando, como tantas veces en la historia y todavía hoy, experimentamos lo difícil que es respetar la dignidad y la libertad de toda persona humana, incluida su libertad religiosa, y servir a la unidad de todo el género humano oponiéndose con valentía al odio y al desprecio. ¡Tantas minorías alrededor de este mar están pagando el precio! Varios obispos podrán compartir con dolor el sufrimiento que padecen los cristianos en sus países, cada vez más frágiles y perseguidos. ¿Y cómo no mencionar el drama de los emigrantes, cuando el Mediterráneo ha pasado de ser una cuna a un cementerio donde, con la indiferencia general y la complicidad tácita, las esperanzas de los más pobres perecen en el sudario de las olas?".

"Ante estas tragedias, el Papa Francisco no cesa de llamar a luchar contra la indiferencia y a despertar las conciencias", agregó. "Tenemos que trabajar en ello de manera muy concreta, y será uno de los temas de nuestros Encuentros. Juntos, intentaremos dar un rostro a la esperanza que nos da la fe en la Resurrección de Cristo. Una esperanza que no es ingenua, sino muy concreta y atenta; una esperanza que no es evasión, sino fidelidad y a menudo resistencia; una esperanza que no tiene la frialdad de una ideología, porque se encarna en las obras de misericordia y suscita la cálida práctica de la caridad", dijo.