El arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Lozano, destacó la “experiencia única” que significa poder participar de una Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), como la que finaliza este domingo en Lisboa con la presencia del Papa Francisco, y graficó ese acontecimiento con un ejemplo bien argentino: “Un mate entre hermanos desconocidos” y las historias de tres participantes.

Laura tiene 25 años de edad. En noviembre de 2019 viajó a Lyon (Francia) buscando oportunidades laborales que no encontraba en Argentina. Se alojó con una prima apenas más grande que ella instalada allí desde la infancia. Al poco tiempo estaba contenta trabajando en un comercio de venta de ropa, mientras esperaba conseguir algo mejor. Pocos meses después vino lo imprevisible. La pandemia frustró el camino que había arrancado bien, y quedó sin trabajo. Su prima, en cambio, siguió cobrando el sueldo, y con esfuerzo y privaciones subsistieron esos meses. Laura consiguió a duras penas otro empleo en un supermercado y va levantando cabeza. 

Juan Manuel cumplió 27 años en abril pasado. Él salió de Argentina en marzo de 2022 y está viviendo en Bérgamo, cerca de Milán (Italia). Se instaló allí motivado por una propuesta laboral de la empresa en la cual trabajaba en nuestro país. Él mismo dice “me fui bien de entrada, y sigo avanzando parejito”. En la Parroquia cercana a su casa no pudo enganchar: otras maneras de expresar la fe, cuestionamientos amargos permanentes, cierta distancia con los migrantes. ¿Sapo de otro pozo? Tal vez. 

Micaela, de 23 años, es mamá de mellizos que nacieron en agosto de 2020, en medio de las dificultades en los Centros de Salud. El novio y papá de los niños los abandonó en aquel tiempo. Vive en Argentina. Tiene un muy buen trabajo en una empresa internacional y está a punto de recibirse de abogada. 

Monseñor Lozano señaló que los tres jóvenes se encontraron en Lisboa a la salida de la misa en la que participaron con otros argentinos que viajaron para la JMJ y se sentaron en la plaza cercana como tantos otros.

“Un metro cuadrado bajo un árbol fue el escenario perfecto para compartir el mate y contarse lo que pudieron. La alegría y la esperanza estaba marcando la vida. Parte de una misma familia, un mismo pueblo caminando juntos en diversas geografías”, puntualizó.

“En estos días miles de jóvenes están viviendo una experiencia única. En Portugal las calles, los bares, los colectivos, las plazas… están colmadas de jóvenes y miles de banderas que identifican su nacionalidad. Colores, vestimentas, etnias, idiomas, canciones de lo más variadas que expresan la universalidad de la iglesia. Como en la mañana de Pentecostés”, comparó.

Monseñor Lozano aseguró que esos sueños compartidos habitan esos corazones juveniles, al igual que “un renovado compromiso para comunicar la alegría de la fe” y finalizó su mensaje compartiendo párrafos de mensajes del Papa Francisco, que consideró “hicieron arder corazones, brotar lágrimas y palpar el amor de Jesús”.