Monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro, destacó que no es la única vez en la que en el Evangelio “el Señor Jesús se corre del centro de la escena para admirarse de la fe de la persona que está delante de Él”, y recordó: “Le había pasado también con el centurión. El centurión que viene a pedirle por su hijo: ‘Señor no soy digno de que entres en mi casa’. Jesús va a responder: ´les aseguro que no he visto en Israel tanta fe’”.

“Jesús se admira de la fe, justamente de aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel, qué impresionante este itinerario de estar fuera del pueblo, pero al mismo tiempo participar de la fe en Cristo Jesús; es lo que le pasa a esta mujer cananea, una mujer desesperada porque tiene a su hija enferma; atormentada por el demonio le dice y busca a Jesús que está en un país extranjero junto con sus apóstoles; y, Jesús quiere dar esta gran elección: La fe de esta mujer que va a ocupar el centro del Evangelio”, puntualizó.

“Los apóstoles se la quieren sacar de encima: ‘Señor atendela pronto porque nos persigue con sus gritos’. Y, Jesús parece en un primer momento, afirmar la distancia: ‘Yo vine solamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel’, le responde en primera instancia; después ‘no es posible dar el pan de los hijos y entregárselo a los cachorros’”, relató. 

El prelado sanisidrense explicó que de ese modo “Jesús quiere afirmar la distancia con la mujer extranjera, distancia que nosotros sentimos muchas veces cuando solo tenemos afinidad con algunos y ni siquiera queremos escuchar a los otros; queremos liquidarlos pronto como los apóstoles, queremos esquivarnos porque nos molestan, nos vienen con sus enormes problemas, cambian nuestro tiempo; pueden cambiar nuestro esquema de vida, nuestro programa, irrumpen de tal manera que interpelando nos quitan tiempo”.

“Finalmente, esta mujer hace esta extraordinaria manifestación de fe. ‘Señor, pero también los cachorros comen de las migajas que caen de la mesa de sus dueños’. La fe verdadera se transparenta a través de la humildad; la persona de fe naturalmente es una persona humilde porque sabe que la fe le ha venido como don de Dios”, sostuvo, y agregó: “Jesús se conmueve ante la sinceridad, la transparencia y el dolor de esta mujer que ha sido perseverante, ha sido confiada, sea ha arrojado totalmente a su poder”.

Monseñor Ojea animó a pedirle a Dios que conceda a cada uno poder reflexionar sobre “el alma grande de Jesús que se conmueve ante la fe de los extranjeros, de los que tienen un recorrido especial para llegar a ella; que al mismo tiempo podamos en nuestro corazón incluir a todos, incluso aquellos que sienten, piensan y obran de modo distinto a nosotros”.

“Que podamos llegar juntos a esta fe a la que llega esta extraordinaria mujer que ocupa el centro del Evangelio de hoy”, concluyó.