Monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo, apeló a la imagen de una casa deshabitada por mucho tiempo, en cuyo armario se guardaba ropa vieja, y lo difícil que es recuperarla; para graficar la actual situación socio económica del país.

“Muchas son las voces que en estas semanas están advirtiendo acerca del clima de violencia, intolerancia, agresiones verbales que se han instalado en el país. Cierto que la mayoría mira el partido desde la tribuna, y unos cuantos han perdido interés por el resultado. Pareciera que, al acercarnos a los 40 años del regreso de la democracia, está corre el riesgo de ser comida por las polillas”, advirtió.

El arzobispo sanjuanino contó que volvió a repasar la encíclica Fratelli tutti, y ese texto del Papa Francisco lo ayudó mucho para “iluminar las penumbras de los cruces tan inútiles como demoledores de puentes de construcción común”. 

“La unidad es como un balde que se carga gota a gota, y se puede derramar en un instante. Las dificultades son la oportunidad para crecer y no la excusa para la tristeza o cruzarse de brazos masticando impotencia”, planteó, y propuso parafraseando la encíclica: “Debemos aceptar que el futuro no es monocromático: nuestra familia humana necesita aprender a vivir juntos en armonía y paz, sin necesidad de tener que ser todos igualitos”.

Tras citar partes de la “Declaración conjunta por un diálogo responsable y comprometido” elaborada por distintas Iglesias e Instituciones religiosas, citó algunos párrafos sustentados en las enseñanzas de la Biblia, la Torá y el Corán.

“Las urnas hablan y los que se quedaron en casa sin votar son también un grito de descontento y escepticismo. Muchos hermanos y hermanas no se conciben ciudadanos comprometidos con el bien común de la Nación”, reconoció, y consideró: “El fuerte sentimiento de decepción se puede revertir con gestos concretos de apertura del corazón, con programas bien explicitados para que se alcance a elegir el camino más adecuado para los tiempos que vivimos y el porvenir”.

Monseñor Lozano advirtió que “eso no se logra desde la soledad de un escritorio” e invitó a tener como referencia la parábola del buen samaritano, para decir que “incluir o excluir al herido al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos”.

“Los hechos de violencia en robos o saqueos nos conmueven interiormente, hasta las tripas; pero no nos hagamos ilusiones con soluciones mágicas ni voluntaristas. Solo tendremos paz cuando se asegure tierra, techo y trabajo para todos”, sostuvo.

“Es imperioso pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos; y qué importante es superar la idea de políticas sociales hacia los pobres pero elaboradas sin los pobres, o peor aún: a sus espaldas”, agregó.

El arzobispo afirmó que “también en la política hay lugar para la ternura” y consideró que “no es una ilusión sino una posibilidad para dirigentes con corazón magnánimo”.

Tras reconocer que “la situación es muy complicada en la coyuntura y en el mediano plazo”, insistió en que “si hay que volver a empezar, siempre será desde los últimos”.

Monseñor Lozano propuso recordar la exhortación de San Pablo: “Ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien”, y animó a seguir trabajando, “aunque los frutos parezcan escasos o inexistentes”.

“No es el momento de arriar las banderas enarboladas a fuerza de sueños”, concluyó.