Esta mañana, el Santo Padre ha ofrecido el camino a seguir cuando nos encontramos en la situación en la que un hermano comete una falta contra nosotros. Antes de explicar los pasos que dar, según nos enseña Jesús, ha advertido de la “plaga de las habladurías”: “Por desgracia, lo primero que se suele crear en torno a quien se equivoca son habladurías, en las que todos se enteran del error, con todos los detalles, ¡menos la persona afectada! Esto no está bien y no agrada a Dios” y no se cansa de repetir que “los chismes son una plaga en la vida de las personas y de las comunidades, porque traen división, sufrimiento y escándalo, y nunca ayudan a mejorar y a crecer”. A continuación, los pasos que propone el Papa cuando un hermano nos ha ofendido:

En primer lugar: Hablar cara a cara con mansedumbre y amabilidad

Tras advertir de “las habladurías”, ha explicado cómo comportarse con el hermano que ha cometido la falta contra nosotros, según nos enseña Jesús: "Si tu hermano comete una falta contra ti, ve y repréndelo entre tú y él a solas". Lo primero que nos pide hoy Francisco es: Hablar cara a cara, lealmente, para ayudarlo a entender en qué se equivoca. “Hazlo por su bien, superando la vergüenza y encontrando el verdadero valor, que no es hablar mal de él a sus espaldas, sino decirle las cosas a la cara con mansedumbre y amabilidad” explica el Pontífice.

Si no funciona: Buscar ayuda en otras personas cercanas

A veces este paso puede ser suficiente, pero en otras ocasiones no. Por tanto, si nuestro hermano aun “no entiende” el Papa aconseja “buscar ayuda” en otras personas: “Pero, ¡cuidado! ¡No la del grupito que chismea! Jesús dice: "Toma contigo una o dos personas" refiriéndose a personas que realmente quieran ayudar a ese hermano o hermana que ha errado”.

¿Y si sigue sin entender?

Si después de estos pasos, nuestro hermano sigue sin entender, entonces nos queda el último cartucho: la comunidad. Pero también en este caso, el Papa advierte: “no se trata de poner a la persona en la picota, de avergonzarla públicamente, sino de unir los esfuerzos de todos para ayudarla a cambiar”. El Papa explica que “señalar con el dedo a las personas no es bueno, de hecho, a menudo hace más difícil que quien se ha equivocado reconozca su propio error”, más bien, la comunidad debe hacerle sentir a él o a ella que, al tiempo que condena el error, “le está cerca con la oración y el afecto, siempre dispuesta a ofrecer el perdón y a empezar de nuevo”.

 “Que María, que siguió amando incluso cuando escuchaba a la gente condenar a su Hijo, nos ayude a buscar siempre el camino del bien” es el deseo final del Santo Padre.