"Es necesario que Europa encuentre cuanto antes un consenso sobre el Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo". Así lo afirmó el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, en una entrevista concedida a los medios de comunicación vaticanos, en vísperas del Viaje Apostólico del Papa Francisco a Marsella, los días 22 y 23 de septiembre, con ocasión de la clausura de los "Rencontres Méditerranéennes". Todos los países europeos -subrayó el cardenal- deben asumir juntos la responsabilidad de la situación en el Mediterráneo, lejos de eslóganes y oposiciones, teniendo en cuenta más los rostros que los números de una cuestión compleja y dramática".

Eminencia, el Papa estará en Marsella para los "Encuentros del Mediterráneo", donde se reunirán los obispos católicos de los 30 países mediterráneos, junto con varios alcaldes y jóvenes. ¿Qué aportará el Papa?

¿Cómo construir la acogida, el diálogo, la paz en un mundo que se esfuerza con fatiga por reconocer el rostro de los necesitados?

Yo diría que precisamente empezando a creer seria y activamente en el diálogo, que no es una herramienta útil para afirmar las propias posiciones, sino una vía abierta para encontrar soluciones compartidas. Usted ha dicho que al mundo le cuesta reconocer el rostro de los necesitados, y es cierto: desgraciadamente, tantas cuestiones se tratan a partir de "números" y no de "rostros". Cuando pensamos en el drama de los migrantes, debemos partir, en cambio, de la prioridad de la dignidad humana sobre cualquier otra consideración, por legítima que sea, evitando ese pensamiento ideológico, contra el que advierte el Papa, que antepone teorías, a menudo propagandísticas, a la realidad de los hechos. La cuestión migratoria es un fenómeno complejo, que no tiene soluciones simples e inmediatas, y que no debe afrontarse con eslóganes y promesas, sino, como recordaba también hace unos días el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, con "acciones unificadas" que comprometan verdaderamente recursos para garantizar mejores condiciones de acogida, paz y estabilidad.

Las guerras, la pobreza, la violencia determinan a menudo la necesidad de abandonar el propio país. Eminencia, ¿qué medidas concretas deberían adoptarse para un despertar de la comunidad internacional?

Si bien son las guerras, la pobreza y la violencia las que determinan la decisión de abandonar el propio país, no podemos olvidar que son causadas por quienes cometen actos de violencia, por quienes desencadenan conflictos, por quienes toman decisiones políticas que no apuntan al bien común. El primer paso, por tanto, es asumir la responsabilidad de las decisiones que tomamos cada día en nuestros hogares, en nuestras familias, entre amigos, en el trabajo, en la escuela, en nuestras sociedades y en nuestros gobiernos. Las crisis, por tanto, no son aleatorias, sino cuestiones de elecciones personales y colectivas. Yo diría que es necesaria una conversión, como punto de partida de propuestas políticas positivas, inversiones y proyectos sociales encaminados a construir una cultura del amor y una sociedad fraterna, en la que las personas no se vean obligadas a huir, sino que puedan vivir en paz, seguridad y prosperidad.

En los últimos días se han intensificado los desembarcos de migrantes en las costas italianas, en particular en Lampedusa. ¿Qué decir a los habitantes de la isla que siempre han acogido, pero que desde hace años piden que no se les deje solos?

En primer lugar, ninguna buena acción es inútil, ningún gesto de amor y caridad es vano. Cristo está presente en nuestros intentos de amar y cuidar a los más pequeños entre nosotros, y en cada acto de generosidad nos encontramos con Él y experimentamos su presencia. Sin embargo, no se puede dejar solos ante estas situaciones a quienes se dedican a atender a migrantes y refugiados, sin el apoyo de los gobiernos. Necesitan solidaridad a escala nacional e internacional. Actualmente se está debatiendo más de un plan de acción a nivel político. No sólo en Italia, sino también en Europa. Me vienen a la mente los diferentes proyectos de desarrollo en África y el Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo. Es necesario llegar a un consenso sobre el Pacto lo antes posible. Todos los países europeos deben asumir juntos la responsabilidad de la situación en el Mediterráneo.

Cuando se habla de flujos migratorios se tiene la impresión de que siempre estamos "en el año cero", en lugar de que haya modelos establecidos de integración y acogida. ¿Qué importancia tiene ponerlos en práctica y una comunicación positiva?

Hay buenas prácticas y planes de acción, no partimos de cero. Hay modelos que pueden garantizar que la migración se produzca de forma segura, ordenada y regular. Por tanto, todos estamos llamados a ir más allá de la retórica y adoptar políticas eficaces que eviten sobrecargar el sistema de acogida de migrantes y apoyen el trabajo de las personas sobre el terreno.

¿Qué se espera de la reunión de Marsella?

Yo diría que el propio título de la reunión, "Mosaico de esperanza", resume bien las expectativas. En efecto, se trata de reavivar la esperanza y de hacerlo -en un momento en que se percibe un clima de gran intolerancia e indiferencia- juntos, convergiendo sobre temas fundamentales, en torno a los cuales no ayuden los bandos y las oposiciones, sino la colaboración y la buena voluntad. Pienso en el fenómeno de las migraciones, pero también en los desafíos de la paz, el cambio climático, la lucha contra el hambre... En este sentido, el encuentro de Marsella representa, a través del trabajo conjunto de los responsables eclesiásticos y civiles, una oportunidad para promover de manera concreta la esperanza.