A raíz de que la “imagen peregrina” de la Virgen pasará de la diócesis de Morón a la diócesis de San Justo en el marco de la 49ª Peregrinación Juvenil a Luján, monseñor Eduardo García escribió una reflexión sobre lo que significa tener “en casa” a María y vivir con el corazón “la pateada más grande de nuestra Patria”.

El prelado matancero enumeró tres matices sobre la importancia de que la Madre Lujanera acompañe a la comunidad diocesana:

1. Su visita a la diócesis es una caricia de bendición. Tener a la Madre Lujanera en su imagen, bendecida por la oración de tantos peregrinos y que es sagrada porque ha recibido lo sagrado que tiene el corazón de tantos hijos que le han rezado. Está bendecida por el gesto litúrgico, pero está bendecida por tantas manos que la han tocado, tantos ojos que la han mirado, tantas lágrimas recogidas y también sonrisas y agradecimientos recibidos. Queremos que sea un canal de gracia que ayude a sus hijos que caminan en San Justo a abrir el corazón y sentirse bendecidos y acompañados.

2. Siento la necesidad de que nos ayude a vivir como Iglesia en clave de peregrinación: caminando juntos, con una meta, ayudándonos y cuidándonos unos a otros, respetando el paso de cada uno, pero sin aflojar; mirando al que está al lado como un hermano que me necesita y que necesito, y al que respeto como don sagrado de Dios. Un respeto que se hace valoración, ayuda, empatía, querer compartir la vida. Valorar el ser Iglesia, pueblo de Dios, sin roscas, sin ideologías ni posturas que dividen. En la peregrinación, si te quedás en la tuya, terminás varado en medio del camino y solo.

3. Esta es una característica de caminar juntos, pero no amontonados: redescubrir la pasión por el reino y el anuncio. La peregrinación es anuncio de que algo está pasando y, en esto que está sucediendo, Dios está involucrado. Y ese es el gran anuncio, la gran buena noticia.

Monseñor García concluyó con un pedido a la Virgen: “¡En San Justo te estamos esperando, te necesitamos!”.

Texto de la reflexión
Desde hace casi 50 años, para los que hemos caminado la historia de nuestro pueblo, el mes de octubre viene marcado a fuego por la peregrinación a Luján.

La primera peregrinación juvenil a Luján se realizó en 1975, en un contexto de dictadura militar y violencia política. Los jóvenes que participaron de esta peregrinación buscaban un espacio de encuentro, de oración y de compromiso social. Querían sentir que, a pesar de los conflictos que atravesaba el país, no estaban solos. Curas visionarios, como el padre Rafael Tello, captaron esa intuición y magistralmente hicieron una síntesis de la fe de siempre, que se manifestaba en las procesiones, con lo propio del joven que es marchar, andar, avanzar, hacerse presente diciendo “aquí estoy”, y el compromiso con la tierra que pisamos, representada en nuestra Madre de Luján.

La peregrinación juvenil a Luján se convirtió rápidamente en un evento masivo y multitudinario. Cada año, miles de jóvenes de todo el país se reúnen para caminar juntos hasta la Basílica de Luján. Esta peregrinación es una expresión de la fe, la esperanza y la solidaridad de los jóvenes argentinos.

Si queremos recorrer la historia de estos años, leamos los lemas de cada peregrinación. Allí vamos a encontrar el sentimiento profundo del pueblo hecho petición, clamor y -a veces- grito a la Madre de todos.

El primer fin de semana de octubre, la ruta a Luján se transforma en un gran torrente de oración que no solo une los distintos lugares con la capital de la fe, como nos gusta llamarla, sino que se convierte también, porque eso es la oración, en encuentro del cielo con la tierra. La ruta es imagen del reino en el que caminamos todos, en el que nos acompañamos, en el que no hay diferencias ni estratos, porque la vulnerabilidad nos une y nos identifica. Una vulnerabilidad confiada y fortalecida porque se pone la confianza, no en las propias fuerzas, sino en el Dios que tenemos la certeza que nos acompaña. La Virgen peregrina con nosotros, la Virgen nos espera, miles de peregrinos de todas las edades van con las manos levantadas y el corazón desnudo, miles de peregrinos cargan no solo el bolso o la mochila, sino el dolor o la esperanza de un familiar o amigo, miles de los que caminan ese día se hacen peregrinos. Allí somos todos iguales, somos hijos, porque la meta es la misma y queremos llegar, cada uno a su paso, cada uno a su tiempo, como en la vida misma.

Por eso, otro de los frutos de la peregrinación es descubrir que, como en la vida, caminando hacia una meta y llevándonos unos a otros, la diferencia está en que acá no gana el que llega antes, porque en Luján, en el corazón de la Virgen, cabemos todos. Y ese es un aprendizaje para la vida que nos deja la peregrinación para el día después: caminemos juntos, hay lugar para todos, ayudémonos a llegar, cuidémonos en el camino.

Este año, en nuestra diócesis de San Justo, recibiremos la imagen peregrina. Necesitaba dar este contexto para expresar lo que siento al recibir la Imagen Peregrina. En nuestra gente hay un amor muy grande a la Lujanera, hay ermitas en todos nuestros barrios, en las casas de nuestro pueblo más sencillo no falta la imagen de la Madre Dios. Cada hecho importante se celebra festejando con la Virgen o yendo a Luján. La Virgen, que ya es bendición para nuestra gente, podrá sentir con más cercanía su caricia y ternura.

Cuando ya la imagen esté entre nosotros queremos que prepare los corazones visitando cuatro puntos importantes de nuestra diócesis. Después de la peregrinación de octubre estará una semana en cada parroquia y capilla reviviendo la oración y el cariño de nuestra gente y también presentando su corazón cargado con las intenciones y la vida de los peregrinos para que nuestra gente se una a esa oración. 

Primero: Su visita a nuestra diócesis es una caricia de bendición. Tener a la Madre Lujanera en su imagen bendecida por la oración de tantos peregrinos y que es sagrada porque ha recibido lo sagrado que tiene el corazón de tantos hijos que le han rezado. Está bendecida por el gesto litúrgico, pero está bendecida por tantas manos que la han tocado, tantos ojos que la han mirado, tantas lágrimas recogidas y también sonrisas y agradecimientos recibidos. Queremos que sea un canal de gracia que ayude a sus hijos que caminan en San Justo a abrir el corazón y sentirse bendecidos y acompañados.

Segundo: siento la necesidad de que nos ayude a vivir como Iglesia en clave de peregrinación: caminando juntos, con una meta, ayudándonos y cuidándonos unos a otros, respetando el paso de cada uno, pero sin aflojar; mirando al que está al lado como un hermano que me necesita y que necesito y al que respeto como don sagrado de Dios. Un respeto que se hace valoración, ayuda, empatía, querer compartir la vida. Valorar el ser Iglesia, pueblo de Dios, sin roscas, sin ideologías ni posturas que dividen. En la peregrinación, si te quedás en la tuya, terminás varado en medio del camino y solo.

Tercero: esta es una característica de caminar juntos, pero no amontonados: redescubrir la pasión por el reino y el anuncio. La peregrinación es anuncio de que algo está pasando y en esto que está sucediendo, Dios está involucrado. Y ese es el gran anuncio, la gran buena noticia.

Virgencita: ¡en San Justo te estamos esperando, te necesitamos!.