Anguloso, cortante, chocante como a veces lo es la realidad. Así es el poliedro, figura indicada varias veces por Francisco como modelo de pastoral. Reunido en el Aula del Consistorio con unos doscientos participantes en el encuentro de capellanes y responsables de pastoral universitaria promovido por el Dicasterio para la Cultura y la Educación sobre el tema "Hacia una visión poliédrica", el Obispo de Roma volvió a reflexionar sobre las características de este sólido geométrico que "refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él mantienen su originalidad". "El Evangelio -dijo- se encarna permitiendo que su coralidad resuene de diferentes maneras".

Luces y sombras

La realidad es compleja y es precisamente esta característica, observa el Pontífice, "la que está en la base de su belleza, porque le permite reverberar la luz con tonos y gradaciones diferentes, según el ángulo de cada faz". De ahí la exhortación a apreciar las diferencias en el servicio formativo: "Tener una visión poliédrica implica entrenar los ojos para captar y apreciar todos estos matices".

En el servicio formativo, acoger a las personas, las luces y sombras presentes en ellas y en las situaciones, con espíritu paternal y maternal, es ya una misión: facilita el crecimiento de lo que Dios ha sembrado dentro de cada persona de forma única e irrepetible.

La riqueza de las diferencias

Las aristas y las sombras caracterizan a los jóvenes con sus deseos y afectos, a veces discordantes. Acompañarlos, según Francisco, significa cuidar lo que crece en silencio: "Si eliminas los bordes y borras las sombras de un sólido geométrico -advierte-, lo reduces a una figura plana, sin profundidad ni espesor. Pero si se lo valora sabiamente por lo que es, se puede hacer de él una obra de arte". Del mismo modo que de las tinieblas del caos Dios creó el mundo, nosotros podemos aprender a sacar lo mejor de las criaturas a partir de lo que hay de más frágil e imperfecto en ellas.

Ante los desafíos formativos que encuentran cada día, en contacto con personas, culturas, situaciones, afectos y pensamientos tan diferentes y a veces problemáticos, no se desanimen; ocúpense de ellos, sin buscar resultados inmediatos, pero con la esperanza cierta de que, cuando acompañan a los jóvenes con cercanía y cuando rezan por ellos, florecen maravillas. Pero no florecen de la uniformidad, no. Florecen precisamente de las diferencias, que son su riqueza.

Sin riesgo no hay fecundidad

El servicio en las universidades, señala el Papa Francisco, requiere valentía. El coraje que sólo el Espíritu Santo, "el grande escondido en la Iglesia", infunde para "tender puentes incluso sobre los abismos más profundos", como el miedo, la indecisión y las coartadas paralizantes "que inhiben la acción y alimentan el desentendimiento".

Lo peor que puede hacer un educador es no arriesgar. Cuando no se arriesga, no hay fecundidad: es una regla. Cuando en los afanes de un alma irrumpe una decisión que crea algo nuevo, rebelándose contra la inercia de una conciencia demasiado calculadora, eso es valentía; la valentía que no gusta de adornos, ni mentales ni emocionales, sino que va al grano apuntando a lo necesario, dejando de lado todo lo que pueda debilitar la fuerza de la elección inicial.

Es la valentía de los pobres de espíritu que -concluye el Pontífice- "en su indigencia aman soñar a lo grande, aspirando a las proporciones de Cristo: a la altura, amplitud y profundidad de su amor".

La modestia de la limosna cristiana

En su discurso, el Papa dirigió un pensamiento a los "muchos jóvenes para los que el derecho al estudio representa todavía un privilegio inaccesible, como los más pobres y los refugiados"; después expresó su agradecimiento a los presentes "que han contribuido económicamente, con esa modestia que tiene la limosna cristiana, para que también los que tenían menos posibilidades pudieran participar en esta conferencia": "todos -dijo- necesitamos de los demás y todos tenemos algo precioso que donar".