El Papa Francisco recordó este domingo 10 de diciembre, segundo domingo de Adviento, que para vivir bien es necesario deshacerse de lo superfluo "profundizar en uno mismo, captar lo que es verdaderamente importante ante Dios".

En sus palabras antes del rezo del Ángelus, desde la ventana del Palacio Apostólico, inspirándose en el Evangelio del día, el pontífice llamó la atención sobre la figura de Juan el Bautista y lo describió como “la voz del que clama en el desierto”.

Francisco profundizó sobre las imágenes aparentemente contradictorias de “la voz, un medio para hablar” y “el desierto, un lugar vacío donde no se comunica”.

“A ellos se une Juan el Bautista”, dijo, explicando el significado del desierto en la predicación del apóstol.

Desde su posición cerca del río Jordán, simbólicamente cerca de donde su pueblo entró en la tierra prometida muchos siglos antes, el desierto desde donde predica Juan Bautista es un lugar de silencio y de lo esencial “donde uno no puede darse el lujo de pensar en cosas inútiles, sino que necesita Concéntrate en lo que es indispensable para vivir”.

Esto, dijo el Papa Francisco, “es un recordatorio siempre actual: para continuar el camino de la vida, es necesario despojarnos del más, porque vivir bien no significa llenarse de cosas inútiles, sino liberarse de lo superfluo, de profundizar en nosotros mismos para aferrarnos a lo que es verdaderamente importante ante Dios”.

“Aférrate a lo que es verdaderamente importante ante Dios”.

El silencio y la sobriedad, añadió el Papa, ya sea en palabras, en el uso de bienes materiales o en el contacto con los medios de comunicación, deben ser elementos integrales en la vida del cristiano.

La voz de la autenticidad
Centrándose en la segunda imagen, la voz, el Papa Francisco destacó su conexión con el silencio, “porque expresa lo que madura en el interior, a partir de la escucha de lo que el Espíritu sugiere”.

“Si alguien no sabe estar callado, es poco probable que tenga algo bueno que decir; mientras que, cuanto más atento es el silencio, más fuerte es la palabra”, afirmó.

Finalmente, el Papa sugirió preguntarnos: “¿Qué lugar tiene el silencio en mis días?”

“¿Es un silencio vacío, quizás opresivo? ¿O es un espacio de escucha, de oración, de custodia de mi corazón? ¿Mi vida es sobria o está llena de cosas superfluas? él dijo.

Incluso si eso significa ir contracorriente, concluyó, “valoremos el silencio, la sobriedad y la escucha”.

“Que María, Virgen del silencio, nos ayude a amar el desierto, a ser voces creíbles que den testimonio de su Hijo que viene”.