“Durante la guerra, nosotros, el pueblo ucraniano, necesitamos una señal, una señal de esperanza de que Dios está con nosotros, de que el poder vivificante de Dios es más fuerte que el poder mortal del enemigo que lucha contra nosotros”: así se inicia el Mensaje de Navidad de Su Beatitud Sviatoslav Schevchuk, arzobispo mayor de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana (UGCC), dirigido a los fieles, que por segundo año celebrarán el nacimiento del Niño Dios bajo el flagelo de la guerra.

El arzobispo mayor recuerda al respecto que, “en las Sagradas Escrituras, el nacimiento de un niño es un signo de esperanza de Dios”, y que ya había sido anunciado por el profeta: "He aquí, la virgen concebirá y dará a luz a un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: ¡Dios está con nosotros!", enfatizó.

“Dios todopoderoso viene al mundo ahora, en su Navidad de este año, en el cuerpo de un niño débil e indefenso, para disipar el miedo de los fuertes y poderosos de este mundo”, escribe Schevchuk, y añade: “Dios no obliga a nadie a nada, sino que nos cautiva con su belleza y luz, alegría y paz. Él se nos aparece hoy como un niño débil y vulnerable, para que lo aceptemos, lo amemos y lo abracemos con ternura, abracemos a Aquél que nos envuelve con su amor”.

El líder de los católicos ucranianos subraya que “Dios se hace dependiente de las personas. Se hace Niño para que nosotros, asumiendo la misión de María, su Madre y de José su esposo, lo protejamos de todos los peligros, de todos los Herodes de este mundo”.

Las heridas de los niños en la guerra
Del mismo modo, destaca que “hoy sentimos la misma responsabilidad con respecto a los niños de la guerra en Ucrania. Esta es la parte más vulnerable de nuestra sociedad, y el trauma de la guerra para los niños es el más difícil. Entre los refugiados ucranianos y los desplazados internos hay millones de mujeres con hijos. Entre los diferentes tipos de crisis humanitarias, se encuentran la educación y la crianza de niños bajo la constante amenaza de misiles y bombas, programas escolares mal implementados, años robados de inocencia y despreocupación infantil. ¡Protejamos a nuestros niños de todas las formas posibles a nuestro alcance!”.

“Al mismo tiempo, recordemos que sus heridas espirituales se curan con amor tanto en la familia como en la familia de los hijos de Dios: en la Iglesia de Cristo. Que nuestras comunidades eclesiales sean un espacio seguro para los niños, libres de cualquier violencia y desprecio por la vida humana, porque aceptar a un niño en el nombre de Dios es aceptar a un Cristo recién nacido”.

El arzobispo mayor expresa que todos los ucranianos “sueñan con un futuro brillante para nuestros hijos”, pero “debemos comprender que la verdadera victoria de nuestro pueblo no es sólo la liberación de territorios y fronteras seguras. Ganar la guerra significa crear un espacio espiritual seguro y de esperanza para la familia ucraniana, que no tendrá miedo de tener hijos en su tierra natal. Que cada niño ucraniano sea para nosotros un signo de esperanza de Dios y de nuestra fe en un futuro bendito”.

“En este alegre día de Navidad, entreguémonos a nosotros mismos, a los demás y a toda nuestra vida a Cristo-Dios. Que sepan todos los esclavizados y cautivos que no los olvidamos y que oramos por ellos. Que todos los heridos y traumatizados sientan la alegría del nacimiento del Salvador del mundo y el toque sanador de Dios. Que los familiares y amigos de los desaparecidos no duden de la cercanía de Dios”.

Y concluye el arzobispo mayor de la UGCC “Con Cristo en el corazón, planeemos hoy reconstruir todo lo que fue destruido, física y espiritualmente, para que nuestros hermanos y hermanas, que se han dispersado por el mundo, no pierdan la esperanza de regresar a casa, sino, por el contrario, sueñen con su participación viva en la revitalización del país. Pero, sobre todo, que todos los niños de nuestra nación sepan cuánto los ama Dios y que, con el amor de Dios, se puede vencer el mal más grande”.

“Desde el fondo de mi corazón, les doy a todos mi bendición paternal y les deseo a cada uno de ustedes, desde el más pequeño hasta mayor, la verdadera alegría de los hijos de Dios, felices fiestas navideñas y una feliz, victoriosa, pacífica y bendecida Venida. ¡Cristo nació! ¡Alabémosle!”.