En un tiempo todavía marcado tristemente por la violencia de la guerra, el cambio climático, la pobreza y el hambre necesitamos escuchar y recibir siempre el anuncio de que “Dios viene, Dios está aquí, en medio de nosotros”: fueron las palabras del Papa al recibir esta mañana a los miembros de la Curia Romana con motivo de las felicitaciones navideñas.

Es reconfortante descubrir que incluso en estos “lugares” de dolor, Dios se hace presente en el pesebre, y se hace presente según el estilo que le es propio, con cercanía, compasión y ternura, añadió el Pontífice, e indicó tres verbos para el camino de fe y para el servicio que se realiza en la Curia romana: Escuchar, discernir, caminar.

Escuchar “de rodillas”

En primer lugar, María, que nos recuerda la escucha. La joven de Nazaret, prestó oídos al anuncio del Ángel y abrió su corazón al plan de Dios.

Escuchar, en efecto, es un verbo bíblico que no se refiere sólo a oír, sino que implica la participación del corazón y, por tanto, de la vida misma. Y esta es la escucha de la Virgen María, que acoge el anuncio del Ángel con total apertura. María comprende que es destinataria de un don inestimable y, de “rodillas”, es decir, con humildad y estupor, se pone a la escucha, explicó Francisco.

Escuchar “de rodillas” es la mejor manera para escuchar de verdad, porque significa que no nos colocamos frente al otro en la posición de quien cree ya lo sabe todo, de quien ya ha interpretado las cosas aun antes de escucharlas, de quien mira por encima del hombro, sino que, por el contrario, nos abrimos al misterio del otro, dispuestos a recibir humildemente lo que quiera entregarnos.

"A veces, - añadió el Papa - inclusive cuando nos comunicamos entre nosotros, corremos el riesgo de ser como lobos rapaces".

Recuperar el espíritu contemplativo

"En cambio, la escucha requiere silencio interior, pero también un espacio de silencio entre la escucha y la respuesta", indicó. "Y todo esto lo aprendemos en la oración". De ahí su invitación:

Aprendamos la contemplación en la oración, arrodillados ante el Señor, pero no sólo con las piernas, sino con el corazón.

"También en la Curia es necesario aprender el arte de escuchar", señaló el Santo Padre, invitando a “redescubrir el valor de las relaciones, y tratar de despojarlas de formalismos, para animarlas con espíritu evangélico, ante todo escuchándonos recíprocamente. Con el corazón y de rodillas. Escuchémonos más, sin prejuicios, con apertura y sinceridad; con el corazón, de rodillas".

El coraje del discernimiento

La escucha recíproca ayuda a vivir el discernimiento como método de nuestro actuar. Y aquí el Papa se refierió a la figura de Juan el Bautista.

Francisco recordó que cuando Jesús llega “no era como él se lo esperaba” y, por eso, incluso “el Precursor debía convertirse a la novedad del Reino, debía tener la humildad y el valor para discernir”.

Así pues - añadió - “para todos nosotros es importante el discernimiento, ese arte de la vida espiritual que nos despoja de la pretensión de saberlo ya todo, del riesgo de pensar que es suficiente aplicar las reglas, de la tentación de proceder, incluso en la vida de la Curia, repitiendo simplemente esquemas, sin considerar que el Misterio de Dios nos supera siempre y que la vida de las personas y la realidad que nos rodea son y siguen siendo siempre superiores a las ideas y a las teorías”.

El discernimiento debe ayudarnos, también en el trabajo de la Curia, a ser dóciles al Espíritu Santo, a ser capaces de elegir orientaciones y tomar decisiones no según criterios mundanos, o simplemente aplicando reglamentos, sino según el Evangelio.

Caminar, una cuestión de amor

Por último, la tercera palabra: caminar. Y aquí el pensamiento del Pontífice se dirige naturalmente a los Magos, que nos recuerdan la importancia de caminar. "La alegría del Evangelio, cuando la acogemos de verdad, desencadena en nosotros el movimiento del seguimiento, que provoca un verdadero éxodo de nosotros mismos y nos pone en camino hacia el encuentro con el Señor y hacia la plenitud de la vida", dijo Francisco.

"La fe cristiana - recordémoslo - no quiere confirmar nuestras seguridades, ni hacer que nos instalemos en fáciles certezas religiosas, o regalarnos respuestas rápidas a los complejos problemas de la vida. Al contrario, cuando Dios llama, siempre nos pone en camino".

También en el servicio aquí en la Curia es importante permanecer en camino, no dejar de buscar y profundizar en la verdad, superando la tentación de permanecer paralizados y de “laberintear” dentro de nuestros cercados y temores.  

Los miedos, las rigideces y la repetición de esquemas - prosiguió el Papa - generan inmovilidad, que tiene la aparente ventaja de no crear problemas -quieta non movere-, nos llevan a vagar ociosamente en nuestros laberintos, perjudicando el servicio que estamos llamados a ofrecer a la Iglesia y al mundo entero. “Permanezcamos vigilantes contra el fijismo de la ideología que, a menudo, bajo la apariencia de buenas intenciones, nos separa de la realidad y nos impide caminar”, exhortó.

“Cuando el servicio que realizamos corre el riesgo de aplanarse, de ‘laberintear’ en la rigidez o en la mediocridad, cuando nos encontramos enmarañados en las redes de la burocracia y del “salir del paso”, acordémonos de mirar hacia lo alto, de recomenzar desde Dios”.

Hace falta valor para caminar, para avanzar más allá. Es una cuestión de amor.

Para Francisco, “la dificultad, hoy, consiste en transmitir la pasión a quienes hace tiempo la perdieron. Sesenta años después del Concilio, seguimos debatiendo sobre la división entre ‘progresistas’ y ‘conservadores’, mientras que la diferencia central está entre ‘enamorados’ y ‘acostumbrados’. Esta es la diferencia. Y sólo caminan los que aman”.

El valor del trabajo "en silencio"

Antes de concluir su discurso, el Papa Francisco agradeció a los cardenales por su trabajo y dedicación, “sobre todo por el trabajo realizado en el silencio” y los invitó a cultivar la escucha del corazón, “poniéndonos así al servicio del Señor” y a practicar le discernimiento, “para ser una Iglesia que busca interpretar los signos de la historia con la luz del Evangelio”.

Que el Señor Jesús, Verbo Encarnado, nos conceda la gracia de la alegría en el servicio humilde y generoso. Y, por favor, no perdamos el sentido del humor. Mis mejores deseos de una santa Navidad para ustedes, y también para sus seres queridos. Y, delante del belén, hagan una oración por mí.