Este miércoles 7 de mayo comienza el cónclave, un expectante evento que pone en vilo no solamente a la Iglesia Católica, sino al mundo entero.
La Eucaristía fue presidida por el Cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, quien a sus 91 años ya no tiene derecho a voto, pero tuvo a su cargo esta última relevante homilía antes del inicio del cónclave.
En la Misa participaron todos los cardenales –electores y no electores–, numerosos obispos y una multitud de fieles.
Los cardenales entraron en una solemne procesión según el orden de diáconos, presbíteros y obispos.
Al inicio de su homilía, el purpurado centró su reflexión en la escena de Pentecostés, narrada en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 1,14), para señalar que, como entonces hicieron los apóstoles, los cardenales también se encuentran “bajo la mirada de la Virgen” y acompañados por todo el pueblo de Dios, que “está unido a nosotros con su sentido de fe, su amor al Papa y su confiada esperanza”.
“Estamos aquí para invocar el auxilio del Espíritu Santo, para implorar su luz y su fuerza, a fin de que sea elegido el Papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo”, remarcó a continuación.
Subrayó que invocar al Espíritu Santo “es la única actitud justa y necesaria” ante un acto de “máxima responsabilidad humana y eclesial”.
Según el purpurado, los electores se enfrentan a una “decisión de gran importancia; un acto humano por el cual se debe abandonar cualquier consideración personal, y tener en la mente y en el corazón sólo al Dios de Jesucristo y el bien de la Iglesia y de la humanidad”.
Comentando el Evangelio de San Juan —Ámense los unos a los otros, como yo los he amado— (Jn 15,12), explicó que el mandamiento nuevo de Jesús “transforma en positivo y amplía en gran medida la exhortación del Antiguo Testamento, que decía: ‘No hagas a los demás lo que no quisieras que te hagan a ti’”.
“El amor que Jesús revela no conoce límites y debe caracterizar los pensamientos y la acción de todos sus discípulos, que en su conducta siempre deben manifestar un amor auténtico y comprometerse en la construcción de una nueva civilización, que Pablo VI llamó ‘civilización del amor’”, agregó.
En esta línea, subrayó que “el amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo”, al tiempo que precisó que Jesús “nos ha recordado que la cualidad fundamental de los Pastores es el amor hasta el don total de sí”.
El cardenal recordó que esa caridad debe ser la cualidad fundamental de todo pastor: “No se trata de una comunión autorreferencial, sino dirigida totalmente a la comunión entre las personas, los pueblos y las culturas”, destacó.
Al final de su homilía, el cardenal decano destacó la dimensión profunda del evento que se avecina: “El Papa sigue encarnando a Pedro y su misión, y de esa manera representa a Cristo en la tierra; él es la roca sobre la cual se edifica la Iglesia”.
“La elección del nuevo Papa no es una simple sucesión de personas, sino que es siempre el apóstol Pedro que regresa”, aseveró.
En esta relevante homilía, las últimas palabras que escucharán los cardenales antes de encerrarse en la Capilla Sixtina, el Cardenal Re exhortó a rezar “para que el Espíritu Santo, que en los últimos cien años nos ha dado una serie de pontífices verdaderamente santos y grandes, nos regale un nuevo Papa según el corazón de Dios para el bien de la Iglesia y de la humanidad”.
También exhortó a orar para que Dios “conceda a la Iglesia el Papa que mejor sepa despertar las conciencias de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual, caracterizada por un gran progreso tecnológico, pero que tiende a olvidarse de Dios”.
Por último, pidió la intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, “para que el Espíritu Santo ilumine las mentes de los cardenales electores y los haga concordes en la elección del Papa que necesita nuestro tiempo”.