Los obispos que participan de la 126ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), en el partido bonaerense de Pilar, difundieron un comunicado con el título "Francisco, padre y pastor de todos" y un subtítulo: "No volvió, pero vino".
El texto surgió tras un intercambio fraterno centrado en el legado del papa Francisco y su impacto en la vida de la Iglesia argentina.
"Es imposible expresar en pocas líneas todo lo que aprendimos de él; estaremos siempre agradecidos por su testimonio de padre y pastor", destacan en un párrafo.
"Su herencia nos compromete a concretar su magisterio, animando a nuestra Iglesia argentina a ser un hospital de campaña que recibe a los heridos de la vida, una iglesia 'sin puertas', abierta a todos, todos, todos", sostienen.
Los obispos aseguran que el legado de Jorge Bergoglio también los alienta a forjar entre los argentinos la cultura del encuentro tendiendo puentes porque somos hermanos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz".
"Muchos aún nos preguntamos por qué no vino a la Argentina", afirman y plantean: "Quizás la respuesta la podemos encontrar en estos días en que todos lo sentimos tan cerca, tan entre nosotros: su último viaje sentimos que fue a nuestro país, está aquí, y éste debe ser un fuerte impulso misionero a anunciar la alegría del Evangelio y, unidos, esperar y acompañar al nuevo pastor universal que nos regale el Espíritu Santo en el próximo cónclave".
Texto del mensaje: Francisco, padre y pastor de todos "No volvió, pero vino"
El Papa Francisco nos enseñó que como pastores hay que estar en medio del pueblo, quererlo y acompañarlo, y muchas veces seguir su sentido de la fe, su modo de amar.
En estos días nos sentimos conmovidos y hasta empujados por el gran cariño y la inmensa gratitud de millones de mujeres y hombres de a pie por la vida de Francisco.
Él nos enseñó que el nombre de Dios es Misericordia; la experimentó en su propia vida, por eso siempre decía ser un pecador perdonado por Jesús. Y nos recordaba a cada uno: Dios te abraza como sos, Él es un Padre bueno que sale a nuestro encuentro.
Al mismo tiempo animó a toda la Iglesia y a la humanidad entera a recrearnos en los vínculos desde la misericordia, soñando con la fraternidad universal.
Cómo no recordar las primeras palabras que nos dijo a todos los argentinos en la madrugada del 19 de marzo del 2013: "Cuidémonos los unos a los otros, cuídense entre ustedes, no se hagan daño, cuiden la vida, la familia, la naturaleza, a los niños y a los viejos? No le saquen el cuero a nadie, por el contrario, dialoguen, y que este deseo de cuidarse crezca en el corazón".
Con sus gestos y palabras Francisco fue un faro de empatía en una sociedad individualista, un profeta de la dignidad humana en un mundo atravesado por la inequidad y las guerras. En el contexto de la pandemia que sufrimos como humanidad nos enseñó que nadie se salva solo, que nos necesitamos los unos a los otros y que, especialmente, debemos ocuparnos de los hermanos más frágiles y vulnerables.
Es imposible expresar en pocas líneas todo lo que aprendimos de él; estaremos siempre agradecidos por su testimonio de padre y pastor. Su herencia nos compromete a concretar su magisterio, animando a nuestra Iglesia argentina a ser un hospital de campaña que recibe a los heridos de la vida, una iglesia "sin puertas", abierta a todos, todos, todos. Y a forjar entre los argentinos la cultura del encuentro tendiendo puentes porque somos hermanos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz.
El Papa también nombró beatos y santos argentinos, con los cuales nos mostró lo mejor que tenemos como pueblo. Siguiendo sus huellas, y por su intercesión, como obispos pedimos perdón por las veces que no estuvimos a la altura del magisterio de Francisco. Caímos en discusiones estériles, que sólo nos paralizaban en la acción pastoral y enfriaban el ardor y la audacia apostólicas.
Muchos aún nos preguntamos por qué no vino a la Argentina. Quizás la respuesta la podemos encontrar en estos días en que todos lo sentimos tan cerca, tan entre nosotros: su último viaje sentimos que fue a nuestro país, está aquí, y este debe ser un fuerte impulso misionero a anunciar la alegría del Evangelio y, unidos, esperar y acompañar al nuevo pastor universal que nos regale el Espíritu Santo en el próximo cónclave.
Pedimos a Dios lo reciba a Francisco en el Cielo, y encomendamos a María de Luján este tiempo de la Iglesia. Más información, en www.episcopado.org y redes sociales.