El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, llamó a los cristianos a la alegría, "más allá de las dificultades cotidianas, porque Dios camina con nosotros", al presidir la celebración de la Inmaculada Concepción en la parroquia santuario de Nuestra Señora de Caacupé, en el barrio porteño de Caballito.
Ante un templo lleno, con gran presencia de fieles de la comunidad paraguaya, el arzobispo presidió el 8 de diciembre la misa concelebrada con el párroco, presbítero Eusebio Hernández, y otros sacerdotes, y luego encabezó una procesión por calles del barrio.
Una enorme afluencia de gente se evidenció durante la jornada, en la que se celebraron siete misas -una de ellas oficiada en guaraní por un sacerdote paraguayo- y hubo un sacerdote atendiendo confesiones durante horas.
Honores a la Virgen en la villa 21
La noche anterior, el 7 de diciembre, el arzobispo fue a la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, en la villa 21, donde presidió la misa de vísperas concelebrada con el párroco, Lorenzo de Vedia. Asistió también allí a una serenata a la Virgen al aire libre, a la que concurrieron muchos vecinos, interpretada por el grupo Purahéi Soul.
En todas las celebraciones estuvo presente la embajadora del Paraguay, Elena Felip, que al agradecer al final se manifestó "muy emocionada" por la devoción del "alma paraguaya".
El templo de Caballito estaba adornado por multitud de flores y en la misa del arzobispo cantó un coro, acompañado por dos arpas, un violín y un órgano electrónico. Abajo del presbiterio, a un costado, tres mujeres con trajes típicos y una flor en el cabello sostenían las banderas de la Argentina, del Paraguay y de la Santa Sede. Fuera de la iglesia, esos colores se multiplicaban en numerosos banderines.
La primera lectura la leyó un hombre en guaraní y luego en castellano, idioma en que se escucharon las otras lecturas y todo el desarrollo de la misa. Hizo la segunda lectura una mujer ataviada con un vestido típico paraguayo y el Evangelio fue leído por un diácono permanente venido del Paraguay.
"La Virgen sabe que Dios la sostiene"
En la homilía, monseñor García Cuerva contrapuso el caso de Adán y Eva leído en el Génesis, que se esconden de Dios porque tienen miedo, con el Evangelio de la Anunciación a María. La Virgen no se esconde de ángel, habla con él y no tiene miedo de preguntar, porque sabe que Dios la sostiene, Dios la ama.
El arzobispo porteño reparó en que a veces le tenemos miedo a Dios, lo vemos como un juez exigente que nos toma examen y nos da vergüenza mostrarnos delante de Él con nuestros pecados.
Pero señaló que delante de Dios, que nos ama, no tenemos que tener miedo, sino mostrarnos con nuestras debilidades, para que Dios nos sane, nos perdone. "Aprendamos de María que delante del ángel se presenta como es", dijo.
"Dios está vivo"
Recordó el saludo del ángel a María: "Alégrate, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo" y llamó a la alegría. Más allá de las dificultades, hay una alegría "que no podemos dejar de tener, porque creemos en un Dios que venció a la muerte con su resurrección".
Y preguntó a la concurrencia: "¿Dios está vivo o muerto?". Un clamor general respondió: "¡Vivo!". El arzobispo apuntó: "Que se note. Estoy convencido de que la alegría hace al cristiano".
Dijo que no podemos ser cristianos tristes, protestones. "Problemas tenemos todos -admitió-, pero Jesús resucitó: éste es el motivo de nuestra alegría". Recordó que Dios se hace uno de nosotros en el seno de la Virgen y animó a responder como Ella al Señor, mostrándonos como somos.
"Alégrate", en el saludo de paz
En el momento del saludo de paz, el arzobispo invitó a cada uno a decir "Alégrate" a quien tuviera al lado. Indicó que la noche anterior había sugerido lo mismo en la villa 21, "y salió bien".
Al final, una mujer dirigió unas palabras al arzobispo, en nombre de la comunidad paraguaya. Agradeció su escucha y acompañamiento, exaltó la belleza y la alegría del Evangelio, señaló que Caacupé se ha convertido en la casa, refugio, altar de los migrantes paraguayos, y no sólo de ellos, sino de los venezolanos y de otros, que aportan su cultura, sus festividades, sus rostros, "con la certeza de que Dios camina en la ciudad con nosotros".
Monseñor García Cuerva invitó a la procesión, que encabezó fuera del templo, por calles cercanas, muy concurridas. "Es un modo de ser pueblo peregrino con nuestra Madre -dijo- y de entregar a otros la alegría de la Inmaculada".