El encuentro tuvo lugar esta mañana en el Palacio Apostólico del Vaticano y contó también con la participación de los miembros de la Comisión Internacional Mixta para el Diálogo Teológico entre ambas Iglesias. 

La Iglesia Asiria de Oriente es una de las más antiguas del cristianismo, su origen se remonta al siglo I y nació en las primeras comunidades cristianas establecidas en Mesopotamia. Se desarrolló fuera del Imperio Romano, por lo que su evolución fue independiente de la Iglesia de Occidente.

Al iniciar su discurso, el Pontífice dio la bienvenida a su Santidad Mar Awa III, a quien se refirió como “un amado hermano en Cristo”. Destacó, además, que este tipo de encuentros dan testimonio “de que el encuentro fraterno y el diálogo teológico son elementos mutuamente constitutivos en el camino hacia la unidad”.

El Pontífice centró su reflexión precisamente en esta unidad, que con el tiempo se ha ido fortaleciendo, siguiendo “el mandato y la metodología establecidos por nuestros predecesores”, especialmente a partir la Declaración Conjunta de 1994 firmada San Juan Pablo II y su Santidad Mar Dinkha IV.

León XIV recordó que, después de alcanzar un acuerdo sobre la fe cristológica, y así resolver una controversia de 1.500 años, “nuestro diálogo avanzó con el reconocimiento mutuo de los sacramentos, haciendo posible una cierta communicatio in sacris entre nuestras Iglesias”. 

La controversia a la que se refirió el Pontífice hace referencia a la división entre la Iglesia Asiria de Oriente del resto de la cristiandad tras el Concilio de Éfeso, en el año 431, sobre la correcta formulación del misterio de Cristo verdadero Dios y verdadero hombre. 

Con la mirada puesta en el diálogo, el Santo Padre señaló que el principal desafío del diálogo ecuménico consiste en desarrollar conjuntamente un modelo de plena comunión, “inspirado en el primer milenio, respondiendo con discernimiento a los desafíos de nuestro tiempo”. 

Ese modelo, advirtió, “no debe implicar absorción ni dominación; más bien, debe promover el intercambio de dones entre nuestras Iglesias, recibidos del Espíritu Santo para la edificación del Cuerpo de Cristo”.

En este contexto, el Pontífice destacó que la sinodalidad se presenta como un “camino prometedor” para alcanzar la plena comunión, recordando su dimensión ecuménica, tal como fue expresada por el Papa Francisco en el Documento Final del reciente Sínodo de la Sinodalidad.

“En el espíritu de ese Sínodo, —afirmó León XIV—, espero sinceramente que el 1700º aniversario del Concilio de Nicea nos conduzca a poner en práctica formas de sinodalidad entre cristianos de todas las tradiciones e inspirarnos con nuevas prácticas sinodales ecuménicas”. 

Por último,  expresó su deseo de que los cristianos de Oriente Medio den siempre testimonio fiel de Cristo resucitado, “y que nuestro diálogo acelere el día bendito en que celebraremos juntos en el mismo altar, compartiendo el mismo Cuerpo y Sangre de nuestro Salvador, para que el mundo crea”.